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Universidad Nacional de San Juan, el rugby de universitario contado por sus referentes - Capítulo I

Universidad Nacional de San Juan, el rugby de universitario contado por sus referentes  - Capítulo I

Cuando alguien empieza a indagar en los orígenes del rugby de UNSJ, dos nombres se realzan al unísono, Guillermo Quevedo y Patricio Videla. No hay nadie de las entrañas de “La U” que no los mencionen como personajes claves en su formación y espejos dónde reflejarse. La historia de cómo fueron los comienzos del rugby en San Juan y en uno de los clubes más grandes de la provincia. En primera persona y en las palabras de sus maestros, los que marcaron a fuego la vida del rugby en la Universidad Nacional.

Guillermo Quevedo, hace un año que está en el norte de España, muy cerca del mar, en un pueblo de Cantabria cercano a Santander. Se fue en una etapa de su vida dónde estar con sus hijos, Emiliano y Pilar y sus dos nietas, fueron más que el amor por la celeste y blanca, los colores que lo acompañaron toda su vida en el rugby de “La U”.  

 

Guillermo llegó al club en 1978, cuando empezó a trabajar en la Universidad. Desde España y en comunicación vía whatsaap recordó cómo fueron sus inicios: “En 1970 fui a estudiar a Santa Fe, dónde me recibí de Profesor de Educación Física. Allí jugué al rugby en el Liceo y la selección. Volví a San Juan, dónde había jugado en Amancay, desde Cuarta a Primera hasta que me fui a Santa Fe. Cuando regresé estuve en el ‘78 y ‘79 hasta que me lesioné y dejé. En el ‘79 me fui un año a Europa y cuando volví a Amancay se generó una situación conflictiva con la dirigencia, que no me dejó volver con el equipo de natación que dirigía. Entonces, en el año ‘80 me convocó Pitocha Ambrossini a la Universidad y comencé mi actividad en el club, que sólo tenía Primera, Intermedia, Cuarta División y una Quinta. Ahí inicié el rugby infantil”. 

 

Pato Videla se vinculó al rugby a los 12 años, de la mano de su hermano que jugaba en el plantel superior. Pero como a sus padres no les gustaba el rugby, le prohibieron seguir jugando. A los 18 años se fue a Mendoza a estudiar profesorado de Educación Física y allí se volvió a enganchar, en ese entonces en la Universidad Nacional de Cuyo. Jugó el último año de su carrera y cuando regresó a San Juan quiso continuar. Entonces conoció a Guillermo Quevedo, se sumó al club y también se dedicó a la enseñanza, allá, por 1982.  

 “Guille tenía encomendado formar el rugby infantil en la Universidad –comentó Pato- porque en ese entonces los chicos pasaban de 16 años a Cuarta, Reserva y Primera. Era todo muy rápido y además en San Juan había muy pocos clubes. Así era la organización, era una locura. Por eso había tanta deserción, porque los chicos se golpeaban y no había cuidado como ahora. Quevedo estaba sólo, con algunos colaboradores circunstanciales. Así que me sumé, le hice un apoyo importante y aprendí mucho de él. Entre los dos estuvimos mucho tiempo”. 

Videla jugó hasta el ’91. Era tercera línea y dejó cuando tenía 33 años por una lesión. Entre sus formadores nombró en primer lugar a Quevedo: “Guille fue mi entrenador mientras trabajábamos juntos en el rugby infantil. El me dirigió como diez años. Cuando en el ’88 se fue a la Dirección de Deportes tomó la conducción Julio Salcedo, que también me marcó”. 


LOS COMIENZOS DEL RUGBY EN SAN JUAN 

En la década del ’60 sólo existía la Universidad de Cuyo, con la facultad de Ingeniería. Muchos estudiantes llegaban desde Mendoza para estudiar y así organizaron el club Universitario, que arrancó con el básquet. Los que tenían cierta inclinación por el rugby empezaron a jugarlo en San Juan recién en 1967, con el primer partido representando al club.  

En 1968 “La U” participó en el primer torneo de Mendoza, dónde finalizaron cuartos. Luis Minelli (Loco), “Yiyo Arrieta, Ricardo Gabrielli, Julio Fracchia, Oscar Stoisa (Enano), Ubaldo Robello, Fernando Solanes, Lafalla (Laucha), Guiñazú (Noni), Mario Castillo (Matraca), Juan Carlos Zapata (Flaco), Luis Roitman, “Cuisco” Gómez, Juan Galvarini, Daniel Echegaray, “Oso” Arancibia, Fernando Videla, Alberto Dawbarn, Carlos Irigo, Eduaro Ortiz (Bicho), Ricardo Zingaretti, Diego Rubio, Mario Esnal, Esteban Belinsky, “Chamaco” Valdez, Lázaro Tocino, “Lito” Chacon, “Turco” Manssur, “Ojito” Cáceres, Antonio Argumedo (Negro), Fernando Armendáriz (Penacho), “Chino” Sánchez, Eduardo Martínez (Eddi), Pier Giorgo Caneva, “Pato” Arballo, Edgardo Mignani, Rodolfo De Juan y “Popi” Beretta (Entrenador) fueron los nombres de aquella primera hazaña.     



¿Te acordás algo de esos pioneros del ’68, Pato? “Los gestores del rugby de Universitario dependían de la Universidad de Cuyo. Recién en 1973 se independizaron y se fundó la UNSJ. Del grupo que vivían en el complejo de El Palomar, muchos jugaban en Mendoza, y como no viajaban todos los fines de semana decidieron fundar el club, dónde aparecieron deportes como el básquet y el rugby. Ese fue el comienzo del rugby en la Universidad, entre 1966 y 1968”.     

¿Cómo fue esa época del rugby, Guille? “En esos primeros años desde el ’65 hasta los ’80 hubo un grupo que hizo mucho por la Universidad. Laucha Lafalla fue uno de los referentes. Trabajaron para hacer la cancha de El Palomar y se movían en el mundo del Polideportivo, junto a Pitocha Ambrossini que nos mimaba y fue clave en ese arranque, por todo lo que apoyó desde su lugar como Director de Deportes de la Universidad. Fue muy importante en mi llegada y en lo que hicimos con el rugby infantil. Generamos un gran movimiento en el que involucramos a la familia. No éramos un club de rugby, pero lo vivíamos como tal. Viajamos e hicimos conexiones y se hizo mucho por el desarrollo en la región. Ahí empezamos con el rugby infantil –el primero en la provincia fue Alfiles- y tuvimos mucho éxito con más de 120 chicos. Al año que arranqué se sumó el Pato, y con él logramos consolidar toda la estructura”.  

 “La cancha de El Palomar era un descampado –destacó Videla-. En ese entonces Gimbernat era el rector de la Universidad de Cuyo que cedió el espacio al rugby. Hubo muchos trabajadores con pala y pico que sacaron piedras y espinas para nivelar el terreno. Había más tierra y piedras que pasto. Incluso, cuando crecía, los chicos lo cortaban con tijeras a dos manos para más o menos tenerlo en condiciones, eso por el año ’69”.     

“Esa cancha siempre nos fue insuficiente para la gente que teníamos –continuó-. Había una inquietud de independizarnos, pero nunca quisimos perder la ubicación estratégica de El Palomar, que es céntrica. Jugar y entrenar en la misma cancha es imposible, a veces eran ocho partidos y terminaba pareciendo de hormigón. Acá en San Juan no hay cancha que aguante”  

“Recién en 2004 –agregó- un grupo de ex jugadores compraron un predio y lo urbanizaron como barrio, quedándose cada uno con su lote y el resto cediéndoselo al club. Ahí se fundó Universitario Rugby Club, pero quedó una discrepancia con la UNSJ, ya que seguimos jugando con ese nombre. Porque nosotros les pedíamos espacio para crecer y ellos no lo daban. Entonces después de varias conversaciones llegamos a un acuerdo: el rugby infantil entrena en el El Palomar y los juveniles y el plantel superior juegan en Pocito”. 


LOS COLORES Y EL APODO DE “LA U”  

“En los inicios –contó Quevedo- el Universitario de los años sesenta utilizó una camiseta blanca con rallas rojas. Después, los colores de la Universidad fueron blanco y celeste. La camiseta que se hizo en su momento era muy similar a la de Los Pumas, con líneas un poco más gruesas. Pero por esa época, la UAR -que era la URBA- sacó una disposición que ningún equipo podía tener una similar al diseño de la selección. Entonces quedó una toda blanca con el cuello y las mangas celestes”. 

 

-¿Y por qué los llaman Los Patos? 

-La historia del Pato me la contaron los viejos que jugaron en aquel Universitario –recordó Guillermo-. Hay una expresión muy cuyana, muy sanjuanina, que dice que: “si sos un pato, sos un seco”. Todo era en relación al dinero, ya que si eras estudiantes eras un seco, no tenías ni un mango. Aunque con el tiempo lo fuimos cambiando y fuimos “Los Patitos”. El logo lo hizo una estudiante riojana, Alicia Russo. 

  

-¿Quién fue el Popi Beretta?  

-El Popi había jugado en Amancay y llegó al club de la mano de Quico Brambilla. Era un viejo lobo del rugby de Amancay que empezó a trabajar con el grupo cuando se estaban iniciando. Luego pasaron Reboredo y el Lito Rodríguez Beltrán, hasta que llegué yo y me dieron todo en los ’80. El Noni Guiñazú, fue otro de los sucesores.    

    

Según Quevedo: “El proyecto nuestro era de diez años. Cuando ese grupo llegó a los 19, 20 y 21 años tuvimos un liderazgo absoluto con respecto al resto, en San Juan y la región. Ese fue el grupo que superó a Mendoza por primera vez a nivel selección, con varios jugadores de la Universidad en el equipo. Un grupo humano bárbaro, que fue el índice del cambio que tuvo el proyecto. Nunca le habíamos ganado a Los Tordos a nivel juvenil y lo conseguimos, además de competir palo a palo con todos los mendocinos. Aún al día de hoy “La U” mantiene cierto prestigio en la región compitiendo de igual a igual”.         

 

LOS MAESTROS, LOS ESTILOS Y EL PADRE DEL RUGBY ARGENTINO  

Cuando le preguntamos cuál era el juego que caracterizó la historia de Universitario, Quevedo hizo un pormenorizado relato sobre los estilos y las formas: “Siempre lo entendí así: la manera de hacer crecer a un equipo es por sus unidades. Trabajábamos muchísimo en las destrezas individuales. Yo era fanático del inglés Rutherford, que lo seguí a morir y asistí a sus cursos. Además, venía de Santa Fe, dónde había un entrenador que era un monstruo, Raúl Tacca, un adelantado. Hacíamos circuitos sobre las destrezas individuales. Muchas cosas que después aparecieron en los centros y eran los mismos que hacíamos nosotros. Sin dudas que hicimos un gran paso, innovamos para esa época. Y además, fui amigo personal del Veco Villegas. En Santa Fe tuve una excelente relación con él por los Inter Liceos. Viajamos varias veces a jugar al SIC y coincidió -con el tiempo y después de su muerte- que mi sobrino el Cuta Schusterman -hijo de mi hermana- terminó jugando ahí. Él estuvo en la novena de “La U”, podemos decir que se inició acá. Después con su familia tuvo que irse a Brasil y a los catorce años regresó para empezar en el SIC”.  

“También tuve la suerte de conocer a Papuchi Guastella –destacó Quevedo- que nos armaba partidos con Banco Nación y Pueyrredón. Tenía muy buena conexión con él. Puedo decirte que Tacca, el Veco y Papuchi fueron mis maestros”. 

   

“Una vez en Tucumán –prosiguió- fuimos a un curso dónde estábamos con el negro Nievas, un referente de Cardenales. Lo vimos a Papuchi y le preguntamos: ¿por qué en el rugby argentino no tenemos un juego similar en todos lados? Vemos a Tucumán y es como Nueva Zelanda, vamos a Buenos Aires y son como Inglaterra. Y él nos contestó: “¡pero de qué me estás hablando! ¡Si acá no nos ponemos de acuerdo en un club, dónde los forwards juegan de una manera y los backs de otra! ¿Cuándo será el día que al final, todos juntos, nos pongamos de acuerdo?”  

“En los últimos tiempos cuando ya estaba el sistema lo fui a visitar y le comenté: ¿te acordás Papu cuando hablamos una vez..? Entonces me respondió: ¡Menos mal! Era hora que vayamos encausando las cosas y pensemos todos iguales…” 

“Para mi Papuchi es el padre del rugby argentino desde la docencia. Siendo vicepresidente de la UAR viajé a Tucumán porque tenía que inaugurar un Congreso de Rugby Infantil. ¿Y quién estaba en la mesa?: Guastella. Entonces le dije: ¡qué hago yo acá! Lawn Tennis fue una cosa de locos por como lo cobijó a Papuchi” –completó Guillermo-.  

 

LOS HECHOS HISTÓRICOS 

Entre los acontecimientos que marcaron la historia de “La U”, Videla destacó tres momentos: “El año de la gira, en 1986, la compra de Pocito con la cesión de las tierras, en 2004. Y como entrenador del seven, los títulos con UNSJ de las olimpíadas universitarias regionales y nacionales, en 2007”.  

La gira por la Unión Soviética en 1986 fue un hito en la historia del club: “nosotros éramos un equipo, ni siquiera una selección. En Rusia se hacía un torneo internacional y como el embajador era un sanjuanino, Alfredo Bravo, nos llegó la invitación para ir. Normalmente había una por año, pero en general siempre era para equipos de Europa. El torneo lo jugaron Rusia A, Rusia B, Polonia, Rumania y nosotros. En esa época hasta hubo un enojo de la UAR, porque decían cómo íbamos nosotros en representación de la Argentina. Fuimos con un par de refuerzos locales y el partido que recuerdo fue contra Rusia A, que finalmente fue el campeón. Le metimos dos tries de scrum que los llevamos con rueditas. Imaginate, era un pack gigante, dónde el que menos pesaba, tenía 100 kilos. Con el empuje coordinado no lo podían creer. Obviamente, con un árbitro ruso lo perdimos, pero era tacklear y tacklear, nos golpeamos mucho y físicamente ni siquiera estábamos tan preparados”. 

“Del viaje recuerdo que fue algo inédito ir allá. Estaban en la apertura por la Perestroika, y nosotros caímos en un país desconocido. Cuando llegamos al aeropuerto era una soledad absoluta, como si estuviéramos en Siberia. Ellos tenían una forma de hablar que parecía que te retaban. Nos pusieron una traductora, pero lo único que decían era Maradona, porque recién habíamos salido campeones del mundo en el ‘86”.  

Cuando le preguntamos a Videla quienes fueron los grandes jugadores de la UNSJ, nos contestó: “Ricardo De Pedro, que si bien no era originario del club jugó 15 años en San Juan. Los hermanos Nicolás y Roberto Gómez. Nicolás fue Pumita y Roberto jugó en el seleccionado del Interior. Para mi uno de los más dotados que pasó por el club. Pablo Aguilar, centro o wing, que también estuvo en Los Pumitas, Federico Gutiérrez, segunda línea de Argentina XV, que surgió de nuestro rugby infantil, y Leandro Ramella, el octavo que jugó en Pumitas y Atlético del Rosario”. 

Entre los títulos más festejados, Pato destacó: “el ascenso de 2018 y el campeonato del regional. Después de un frustrado intento por clasificar al Top 8 en 2017, perdimos la final con Neuquén RC en cancha de Liceo –ganábamos 16-6 con baile y terminamos perdiendo por un punto-. Les habíamos ganado claramente los dos partidos por el torneo. Fue un golpe muy grande porque nos confiamos ya que pensábamos que tocábamos el cielo con las manos. Al año siguiente nos tomamos revancha y quedamos entre los cuatro primeros y le ganamos el repechaje a Mendoza RC, por 20 puntos. Eso fue por el gran trabajo que hizo el flaco De Pedro, que supo mantener la fortaleza y que los jugadores no se cayeran de la cabeza”. 


EL PROGRAMA PATO SOCIAL 

Los clubes de la Argentina tienen esa sensibilidad que a veces muchos no conocen, y que tanto se pone de manifiesto en un presente dónde el rugby es tan castigado. 

Así contó Videla cómo se gestó el Programa Pato Social: “Fue un descubrimiento que sin querer o queriendo, apareció en mi vida. En 2013 el club Universitario estaba en las cercanías de barrios erradicados de las villas. Pasábamos todos los días para ir a entrenar y veíamos cientos de chicos desamparados, jugando en la calle, descalzos. Entonces, se me ocurrió felizmente invitarlos al club, que jueguen con nuestros chicos y conozcan el rugby, inculcarles los valores del deporte en un ámbito totalmente diferente al que están acostumbrados, con conceptos educativos que son lo más importante para el futuro”.  

“Tuve la posibilidad de presentar un proyecto al gobierno, ofreciendo este servicio para contener a los chicos de la calle. Por suerte les gustó y nos llamaron para hacer un convenio. Ellos nos dieron indumentaria, traslados y un montón de necesidades que teníamos en ese momento. Una ayuda muy importante, aunque había que educar a los nuestros también, la tarea más difícil. Enseñar a compartir con chicos de otro extracto social, de otra educación. Al principio costó, pero lo logramos. Y se dio vuelta el pensamiento, porque después se acercó a colaborar mucha gente, con el refuerzo alimentario o el pago de los viajes” 

“Con el tiempo –continuó- evaluamos si estos chicos estaban listos para hacer un viaje, porque los reciben en otras casas, en otras provincias. Era todo un tema, había que educarlos y bien, esperar el momento que estuvieran maduros. Una vuelta en Rosario viajó un chico que ni siquiera baño tenía, en su casa sólo había un pozo séptico. Imaginate, fue a una casa que tenía baño finlandés, entonces se bañaba como cinco veces por día. Afortunadamente, las veces que viajamos e insertamos un chico en una familia nos felicitaron, no por nosotros sino por el comportamiento de ellos. Esos son los logros sociales y personales que me llegan al alma, ver un chico que llega a M19 después de siete años, al que no sólo tenés que contenerlo en lo deportivo. Hemos escolarizado a chicos de 9 o 10 años que no iban al colegio. Nos ocupamos de ir al Ministerio para que los aceptaran y pudieran estudiar”. 

¿Cuánta gente involucrada hay, Pato? “Tengo tres o cuatro personas que son incondicionales. Y con respecto al programa, no es que nosotros hicimos un club con rugby social, es otro perfil. Los chicos están integrados a un equipo en forma integral, no tienen otra camiseta. Tenemos tres o cuatro en una división, cinco en otra, y así según las edades. Ellos son los protegidos de todos. Hacemos un viaje y los padres ponen más plata para pagarles el pasaje”.  

¿Qué cantidad de chicos tienen? “Con esto de la pandemia fue catastrófico, porque no teníamos ni lugar para entrenar. En este momento estamos asistiendo entre 20 y 25 chicos, pero llegamos a tener entre 40 y 50. Estamos hablando de M16 para abajo. Los de M18 entrenan y trabajan. En la cuarentena, con los grupos de whatsaap, tenías que ver como mandaban sus rutinas, cómo entrenaban en el fondo de sus casas, entre las piedras haciendo ejercicios de rugby. Es gratificante, porque no se olvidaron y lo valoran mucho. Me hace sentir muy orgulloso”. 


EL MEJOR TROFEO   

Cuando le preguntamos a Quevedo cuales fueron los mejores momentos en el club, no dudó en contestar: “Los resultados a mí no me volvían locos. Me emocionaban como todos, pero en realidad lo que más disfruto es por todo lo que me agradecen. En estos días me llaman y me recuerdan con mucho cariño. Sin embargo, les digo a ellos que fui yo el que más me enriquecí. ¿Cuál es mi mayor satisfacción? Saber que hoy estos chicos triunfan en la vida familiar, en la profesional. Que en algún momento de su vida aporté algo para que jueguen en equipo. Y ellos crecieron en equipo. Ese es mi orgullo, mi mayor trofeo”. 

 

Para Videla: “rescato la pasión y el compromiso que les ponemos a los clubes en todas las provincias. Es lo que tratamos de inculcarles a nuestros jugadores y a la sociedad. Ya no es el deporte de hace 40 años, dónde jugaban los que podían y no los que querían. El que quiere hacerlo ahora puede, hasta sin pagar la cuota. Lo que nos hacen falta en los clubes son los maestros, que son los que enseñan los principios. De ahí en más, si es buen jugador o no –como hablamos con Guille- no importa. La mayor dicha que tenemos, es que chicos que hoy son profesionales te llamen para agradecer lo que les enseñaste. Eso no tiene precio”. 

 

Quevedo y Videla. Videla y Quevedo. Dos formadores que con el ejemplo regaron el suelo sanjuanino para que a través del deporte se formen mejores personas. El tiempo pasó, pero sus legados siguen vigentes, como el rugby que en la UNSJ no deja de crecer con los preceptos de aquellos grandes maestros. 



Fotógrafo: Gentileza de Guillermo Quevedo, Patricio Videla, Juan Cruz Igualada

Fuente: Hernando De Cillia - Producción: Alejandra Krickeberg

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