Los Pumas

UN VIAJE IRREPETIBLE Y EL RECUERDO IMBORRABLE DE UN TRIUNFO QUE RECORDARÉ PARA SIEMPRE.

UN VIAJE IRREPETIBLE Y EL RECUERDO IMBORRABLE DE UN TRIUNFO QUE RECORDARÉ PARA SIEMPRE.

A una semana del histórico triunfo de Los Pumas por 28 a 24 ante los British & Irish Lions comparto el diario de viaje de esos cuatro días de un partido que recordaré para siempre:

Cuando decidí realizar este viaje para ver a Los Pumas en Dublín, varios meses antes del partido, pensaba en un match histórico y el poder cubrirlo para Rugby Champagne, como hacemos junto a Hernando De Cillia y nuestro equipo en estos 29 años de existencia. 

No era nada sencillo, lo tenía claro. La Argentina como todos sabemos pasa un momento crítico en su economía, pero alentado por mi familia y además por pensar en la visita a mi hija en España que hacía más de un año no veía le puse manos a la obra.

Después de tener la decisión tomada, seguía el tema de si algún periodista argentino viajaba, o podía compartir hotel con alguien en Irlanda, un país desconocido para mí y en donde el idioma no es el inglés tradicional, sino el propio irlandés. 

Le puse como siempre todo el empeño y envié la acreditación para el partido sabiendo que iría. 

Juan Gasparini, el fotógrafo que tiene su propia agencia (GASPAFOTOS) - reconocida mundialmente-  me confirmó que también viajaría, desde Londres, donde reside hace unos años; y entonces la idea fue contactarme, al menos poder poder compartir con él, el mismo hotel.

Con gusto Juan empezó a buscar el lugar unos meses antes, – ya que él conocía Irlanda- y una tarde me llamó para decirme: “Jorge estará todo hasta las manos, quedan muy pocos lugares; debemos reservar cuanto antes”. 

“Avancemos como podamos Juan, sin lujos; pero con un lugar en donde podamos descansar y trabajar  dignamente”, le contesté. 

Así a las pocas horas Juan consiguió una habitación en el Hotel de la Universidad DC. DC Room y reservamos. 

Mi experiencia siempre fue viajar acompañado o en equipo. Esta vez el viaje era solo y nos encontraríamos con Juan en Dublín. Yo llegaría un día antes y él por compromisos laborales al otro día. 


IRLANDA UN PAÍS ÚNICO, ORGANIZADO, CON MUCHO VERDE, Y UNA PAZ ENVIDIABLE. 

El viaje a Dublín fue hermoso, mucho inglés, algún gales y también escocés en el vuelo de Ryanair, que salió un poco demorado. En la fila me encontré con tres italianos que iban a ver el partido. Ahí me di cuenta que faltaban cuatro días y según lo que me había dicho Juan ese partido sería único.

Viajaban desde toda Europa para verlo. Ahí estaría RCH una vez más y me puse orgulloso de eso. 

El recuerdo del viaje a la final del Súper Rugby a Nueva Zelanda en “otra locura” que se resolvió gracias a Gustavo Amoruso que nos empujó aquel sábado después del triunfo en Veléz a Hernando y a mí con un: “no me digan que no van a viajar para ver la final, o el viaje al Mundial de Japón o al de Francia de hacía dos años se me mezclaban en el recuerdo, mientras la azafata me ofrecía la carta para ver que poder pedir de comer o tomar en un vuelo que una vez en el cielo se movía bastante para no dejarme relajar. Todo lo que veía me parecía caro, pero ya estaba ahí y pensaba solo en Los Pumas, en el viaje del 2024 al Mundial de Seven en Madrid; también con mi hija y la familia apoyándome para que pudiera decir presente y en la bronca de la final perdida con los franceses por tan poco; con una frustración que aún recordaba. 


LOS ANTECEDENTES NEGATIVOS Y LA ILUSIÓN DE DAR AL GRAN GOLPE EN DUBLÍN 

Pero esto era distinto, era un solo partido; ante un rival al que Los Pumas le podían haber ganado en 2005 y solo consiguieron un empate, y con el cual habían caído en 1910, 1927 y 1936 en nuestro país, con el que sumaban entonces seis derrotas y un empate en siete partidos jugados. 

Me dormí pensando en eso, y cuando desperté ya estábamos por aterrizar en Dublín. Maleta en mano, taxi y al hotel para poder pegarme una ducha y descansar para empezar a diagramar la semana de Los Pumas esperando a Juan al día siguiente, era lo que tenía en mente.

La llegada al Hotel DC fue a los 30 minutos de un viaje que me pareció de ensueño, en ese taxi lujoso y caro. Todo era nuevo para mí y no quería perderme nada. El volante a la derecha, los buses de dos pisos, los tranvías y los carriles; las casitas muy parecidas todas y mucho, pero mucho verde. El respeto para cruzar la calle, las rotondas al revés y el ingreso a una Universidad gigante, un complejo que alberga a más de cinco mil estudiantes y podríamos compararlo con un barrio privado de nuestro país. El taxista que habló poco me dejó un saludo  de despedida una vez que me cobró el viaje y sentenció: suerte amigo, será muy dificil ganarnos”. 

Sonreí, lo mire fijo y le respondí haciendo el mejor esfuerzo y esperando que entienda mi inglés: “Watch out for the Pumas, eh, last time they almost got away with it and Wilkinson and Dickinson saved them”. (Cuidado con los Pumas eh, que la última vez casi dan el zarpazo, y los salvó Wilkinson y Dickinson). 

Al fin y al cabo en 2005, sino hubiera sido por el tiempo de descuento y la excelente patada de Wilkinson para empatarlo, aquel equipo del “Tano” Loffreda, armado medio a las apuradas y con nombres que hoy se repiten desde otro lugar en la UAR (Ledesma, Contepomi, Leguizmaón, Fernánadez Miranda, y otros) se hubieran llevado el partido en Cardiff. El recordado try de José María Núñez Piossek tras esa gran jugada que arrancó Felipe Contepomi y las patadas del Ninja Todeschini quedarán grabadas en el recuerdo que venía a posarse justo ahí, en Dublín, al bajarme del taxi. 

La pregunta era y porque no se puede dar el triunfo?. Se le podía ganar a esos nombres y hombres que llegaban con un récord de partidos con esa camiseta roja?. 

Si bien había jugadores para destacar, Andy Farrell, su entrenador, también había padecido algunas bajas y este era el partido pre gira a Australia; entonces pondrían todo?. 


LA LLEGADA AL HOTEL Y LAS PRIMERAS IMPRESIONES 

La recepción en el hotel fue atenta, pero “fría”. Tarjetas, ticket de desayuno, número de habitación y un saludo de compromiso para el argentino que venía a ver perder a Los Pumas. Eso, entendí que decían. La dejé pasar y subí al segundo piso para ver la habitación que me esperaba o mejor dicho nos esperaba, porque Juan llegaría al otro día. Abrí la puerta y me encontré con dos camas individuales de una plaza, una silla, una tv pequeña, un ropero, una silla y un escritorio. Ventanal con luz natural y un baño que cumplía, y que fue lo primero que quería usar, después de ese largo trayecto recorrido. Cargar el celular y la PC antes de ir a pegarme esa ducha reparadora, para luego comer algo era el paso siguiente. Pero, surgió el primer problemita, el enchufe no era el que esperaba, este era otro estilo y ya me quedaba sin batería en el celular. Bajé raudamente al lobby a ver si me prestaban un adaptador en el hotel, pero no hubo caso. Allí no se presta nada, es otra la forma de vida, me quedó claro. Me indicaron la ferretería más cercana si quería resolver mi problema, quedaba a unos 4.5km a pie y esa era la única solución, aunque no sabían si estaría abierta a esa hora. Mi cara seguramente fue de desesperación y una señora se dio cuenta, por lo cual me indicó que en otra ala de los edificios había una máquina que vendía adaptadores. Justo en ese momento mi celular se apagó y el Be Connected se despidió de mi internet fija, para pedír por favor que lo carguen. Cuatro euros y 300 metros no me parecíeron nada y más a esa altura cuando me dirigí raudo hacia esa ala de la Universidad. El problema fue que solo el adaptador saldría de esa máquina con monedas de dos euros. Y sí, claro está no las tenía. 

La amabilidad de otra señora que entendió mi cara de angustia me salvó de mi primera noche de insomnio. El billete de cinco euros por las dos monedas de dos, fue un gran negocio para la señora que sonrió y me agradeció; y la salvación para mí que a esa altura quería solo cargar el celular, ducharme y comer algo para poder dormirme en paz; luego de ese periplo.

Subí nuevamente a la habitación, conecté todo y sí estaba cargando. A bañarme, cambiarme y buscar más fresco el lugar para poder cenar algo en la Universidad. 

Había un lugar que me parecía tener lo buscado. Una pizza margarita, y una Fanta Limón me parecía una genialidad a esa altura (aunque la mirada del mozo al darme la banderita con el 6 y marcarme la mesa a la que me decía dirigir fue de asco y furia, seguramente porque allí no se pedía otra cosa que cerveza de la marca que se quisiera). Por mi parte quería arrancar tranquilo y tras casi una hora después, subí nuevamente a mi habitación para poder preparar todo para ir a la conferencia de Los Pumas al día siguiente y luego esperar a Juan en el hotel.

A dormir, aunque poco; porque no era la mejor cama ni había que pasarse para llegar a la conferencia de Los Pumas. 


UN DÍA INTENSO QUE ARRANCÓ TEMPRANO, CONOCÍ ALGO DE LAS COSTUMBRES IRLANDESAS Y RECIBÍ A JUAN  

El desayuno a las 7.30hs, tras 6hs de sueño salteado, fue un suave alivio. El viaje que seguí era hacia el Hotel Radisson Blu St. Helen's, en Dublin. Un lujoso 5 estrellas a una hora larga de donde yo paraba. Busqué como llegar en bus para no seguir gastando en taxi ya que serían días largos y costosos. 

Me tomé el E1 a 500 metros del hotel y el chofer me indicó que me dejaba a unas seis cuadras del objetivo Puma. Genial pensé, un solo bus a dos con sesenta en monedas, aunque puse tres euros y no hubo vuelto. Había otra forma de viajar que era con una tarjeta de viaje, pero había que adquirirla y cargarla. Preferí poner las monedas y me anoté en mi cabeza que a la vuelta debía conseguir más cambio, sino estaría frito porque para todo era con monedas o esa tarjeta.              

El viaje fue de poco más de una hora y muy tranquilo. En el E1 se podían apreciar las bellezas de Dublín. El orden, la limpieza, el silencio, el muchas gracias cada vez que alguien llegaba a destino y se bajaba del bus, el horario estricto a cumplir en cada parada. Incluso el chofer apagaba el motor si se adelantaba un poco al horario de llegar a la parada para que la gente subiera a tiempo. O por ejemplo ver correr a un joven al que se le iba el bus y no hubo forma de que el mismo le parara por más que un amigo desde el mismo bus le decía si podía esperar al chofer. La respuesta fue que se tomará el siguiente. A lo que el muchacho agradeció y su amigo en la puerta del bus cerrada saludo al chofer. Imaginaba eso en nuestro país y me reía solo, mientras el joven le seguía dando las gracias por responderle que no podía hacerlo subir ya.    

El viaje prosiguió, subieron dos personas discapacitadas en sillas de ruedas. El chofer me indicó que me levante de mi asiento, estacionó al borde de la acera, bajó una rampa y ayudó a subir a la persona con su silla de ruedas eléctrica que se ubicó doblando mi asiento hacia arriba en el espacio en donde estaba yo. Así, era la paz que reinaba en el bus de doble piso y el respeto que había. Las charlas en voz muy baja me sorprendía minuto a minuto, y cuando faltaban 10 minutos según mi gps, vi pasar a mi lado por la ventanilla del bus a “Corcho” Fernández Lobbe corriendo, o bien entrenando. Me pregunté: estoy llegando o me quedé dormido y estoy soñando?. 

Por suerte era lo primero, iba con tiempo de sobra, bajé en la parada que me indicaba el celular, agradecí al chofer como todos y el google maps me indicó que debía caminar unos 750 metros en S, para llegar a un hotel lujoso en el que solo esperaban a esa hora dos periodistas; un inglés y un irlandés que levantaron la cabeza al verme llegar. Le avisé a Bautista, el jefe de prensa UAR, que estaba y me dijo que en breve bajaría. Así fue y nos hizo pasar a los tres a la sala de prensa en donde me ubiqué en la primera fila, - ya estaba la gente de ESPN armando todo- y a medida que se acercaba el horario del comienzo de la conferencia una veintena de colegas se ubicaron a  la par o detrás mío.

La segunda pregunta le tocó a RCH y ahí hablamos con Montoya primero y Felipe después. Una hora de conferencia, la confirmación del equipo y el regreso en el mismo bus de ida al hotel, fueron tras degustar un sándwich de pollo con una salsa rara y agria sumado a una birra lo que se llevó mis próximas tres horas hasta la llegada al hotel. 

A esperar a Juan que llegaba en breve, mientras preparaba textos y datos, analizaba los equipos y pasaba las tareas que debería realizar al otro día. Debía buscar la acreditación al día siguiente desde las 12 a las 14.30 o el mismo día del partido. Quería hacer todo tranquilo. Llegó Juan, y nos dimos un gran abrazo, me sentí aliviado teniendo en cuenta que él conocía Irlanda. Un problema menos pensé, y además podía  charlar con alguien en español, eso ya era otra cosa. Hasta ahí habían sido unas pocas palabras las que cruzaba con algunos universitarios que hablaban irlandés e inglés, algo de rugby y por supuesto ellos  esperaban un triunfo sin problemas de los hombres de rojo al día siguiente…


EL CAPTAIN RUN. LA ACREDITACIÓN, UN HECHO INSÓLITO Y LOS FAMOSOS PUBS IRLANDESES   

El jueves, Juan salió temprano para el hotel de Los Pumas, tal es así que ni desayunó porque su idea era hacer la foto del equipo y preparar todo su trabajo desde temprano. De mi parte dormí un poco más, desayuné más tarde, tipo 9.30 y luego me puse a acomodar textos y a ver como llegar a el Aviva Stadium. Ya no era tan simple como el día anterior. 

Un bus y un tres eran el camino más barato; o un taxi pero demasiado costoso. Salí con el tiempo necesario de ir lento y seguro. El N4 a 900 metros era la idea primaria, pero al llegar había pasado hacía 2 minutos y el siguiente pasaba en 45´. A preguntar bajo  el sol picante para buscar un plan B. El E2 me dio la primera respuesta para dar el primer paso en breve. A los 5´ llegó el Bus y en 40 minutos me dejó en el centro de Dublín en donde debía buscar un tren a 800 metros  tras cruzar un puente para llegar al Aviva Stadium.                  

Preguntas, pasaje con monedas y a encontrar la vía 2  de las 4 que existían, esperando no errarle. Tras 15´ de espera en la vía 2, el tren al Aviva apareció. En tres largas estaciones estaba allí, miré el reloj y me quedaban aún 35 minutos, tiempo más que necesario para intentar recoger la acreditación a unas cuadras del estadio. Me bajé del tren y ví ante mis ojos un estadio único, inmenso, increíble. Fue emoción pura, el poder estar allí, ante esa inmensa mole que tantas veces había visto en la tv, y tan lejana me pareció siempre. Bueno ahora lo tenía enfrente. Crucé la calle, dejé atrás las vías del tren, saque unas fotos y me dirigí a buscar la credencial a unos 500 metros.

Para mí era en el número 14 de la calle lindera al estadio. Llegué a ese lugar, y me dirigí a tocar el timbre. Era una casa más, con dos autos estacionados en la entrada, subí la escalera y me recibió tras unos minutos una señorita a la que intenté decirle en mi mejor inglés que era periodista argentino y venía a retirar mi acreditación que ya había sido confirmada días atrás. La cara de que me querés decir me dio a entender que no me había expresado bien. Intenté nuevamente antes que me reprochara mi inglés, pero  ante mi sorpresa la respuesta fue: ¡ Pará ! Vos sos argentino?, con un acento cordobés que no podía creer. Nos reímos mucho los dos. Así conocí a Camila como se presentó y me dijo que era argentina, hablaba español y trabajaba allí hacía un poco más de dos años;  pero que eso era un estudio de abogados y que nada tenía que ver con las acreditaciones de rugby; aunque creía que en esa misma cuadra había algo relacionado al rugby. Nos quedamos charlando un largo rato en la puerta del estudio, hablando de que hacía cada uno y de la comunidad argentina en Irlanda que justo se preparaba para el día siguiente (día de la bandera e Argentina) para realizar una juntada anual que hacían para pasear. Me invitó a ir, pero le agradecí dejándole en claro que jugaban Los Pumas. Quedamos en contacto con Camila, me compartió un video del año anterior del viaje de los argentinos en Irlanda y nos despedimos. Mientras caminaba unos metros más y veía la Unión de Rugby de Irlanda no podía creer la casualidad de equivocarme de lugar y lo que me había sucedido. Una en un millón seguramente pensé. Mañana ganamos, olvídate me dije para adentro. Unos metros después vi el edificio de la IRFU en donde sí pude hacerme de mi acreditación, tras mostrar mi credencial de periodista del CPD, de Apefora y mi pasaporte.

Caminé rápido nuevamente hacía el Estadio a esperar la llegada del equipo nacional con mi mejor pronóstico a cuestas. Justo, tres argentinos con camiseta de Los Pumas los esperaban en la puerta y uno me pedía que lo hiciera entrar al mejor estilo “pasadita” de nuestro país para poder ver a Los Pumas en la cancha. 

Pero… ahí no había forma de “zarparse” de ninguna manera. Uno de los señores, el más grande e insistente  me decía, decile que yo también soy periodista, soy amigo de Zuca Conti, ya le escribí y me dijo que entre; pero el jefe de prensa, ni se inmutó y lo mandó a retirar. Luego, nos dejó ingresar, tras volver a chequear nuestra credencial junto al pasaporte y por fin la cancha estaba a mis pies. Al poco tiempo llegaban los jugadores argentinos y yo pisaba el borde del Aviva Estadio de Dublín (ni se te ocurra pisar la cancha me dijo el Jefe de prensa) fascinado, mientras  a la vez pensaba que al día siguiente Los Pumas le iban a ganar su primer partido a los British para quedar en la historia, y RCH estaría allí. Positivo como nunca antes y confiado le hice las notas a Justo Piccardo y Juan Moro. Muchas fotos, y luego el regreso al hotel con Juan que no había parado un instante de trabajar (un crack). 

Escribir notas para RCH y Página 12, hablar en alguna radio y prepararnos con Juan para ir a recorrer el centro de Dublín era el plan siguiente. Había que conocer algo más de Irlanda y su gente.

El Temple Bar era el lugar perfecto, me lo había recomendado Camila, y tenía razón. Allí paraban todos a tomar cervezas, pero hay otros 100 lugares idénticos en el centro, todos repletos, incluso en la calle, desbordado de gente que llegaba a ver el partido. Ahí pudimos ver, antes de cenar, como las camisetas rojas aparecían como hormigas por todos lados. Cerveza y más cerveza, alcohol y risas por doquier; alguna camiseta argentina, mucha buena onda y olor a rugby, mucho rugby, gente con su familia vestida con gorros y remeras o camisetas de los Lions. Con algunos charlamos, nos dijeron que hacían la gira a Irlanda y luego a Australia. Gente con mucho dinero, matrimonios que llegaban desde Inglaterra, Gales, Escocia y por supuesto de Irlanda; pero muchos más en ronda de amigos que paseaban, tomaban cerveza y cerveza sin parar. 

Con Juan nos decidimos tras varios intentos a entrar a un pub (El Temple era imposible) en donde aún se podía ingresar, ya que la mayoría explotaban de gente. Música en vivo, barra con varias cervezas para elegir, mucho alcohol y diversión y las panzas prominentes de los hombres canosos con camisetas rojas que abrazados cantaban y brindaban todo el tiempo a la espera del partido del día siguiente. Estuvimos allí más de dos horas y vivimos algo realmente único. Cantos, risas, y los amigos del rugby de toda la vida disfrutando de su ritual, solos o acompañados; cantando y bailando; en resumen disfrutando.                      

La vuelta a casa esta vez fue más dificil de lo esperado, no había muchos buses a esa hora, y la cerveza no me dejaba esperar para llegar al hotel e ir al baño, así que hubo que volver a entrar, esta vez a una casa de comidas rápidas, a tomar una gaseosa (sino se consume no se puede usar el toilette) para entonces si poder esperar el bus y llegar tranquilos. Al rato apareció el bus y poco antes de la medianoche estábamos en el hotel a la espera del partido del día siguiente con la idea de despertarnos temprano, preparar las cosas, desayunar e ir yendo a la cancha; más allá de que el partido daría inicio a las 20 hs, se sabía que las más de 77 localidades estaban vendidas y el llegar no sería tan sencillo.


EL DÍA ESPERADO, LA PREVIA DEL PARTIDO Y LOS ARGENTINOS SIEMPRE PRESENTES 

Al mediodía del 20 de Junio emprendimos el viaje en bus y luego el tren con Juan hacia la cancha. Mochila, valija, cámara y una espalda de “Gaspa” que pide respiro cuando hay que viajar con todo ese peso encima. Por mi parte mochila con todo allí, muy cargada, eso sí. Mucha gente en el centro de Dublín, otra vez tomando cerveza desde el mediodía empezando a vivir el partido. Mucho rojo por todos lados, como desde que llegamos. Ambos con la cabeza puesta en nuestro trabajo y la ilusión intacta de poder conseguir un triunfo en la  noche del Aviva para quedar en la historia grande. Ese triunfo soñado que nos faltaba para completar el cartón lleno de victorias y poder cantar bingo con Los Pumas.  

Habíamos hablado bastante de eso con Juan y para él se podía, no se estaba lejos, había que jugar el partido al máximo y sí, se podía ganarles. 

Para quien escribe la confianza estaba intacta, pero quedaba claro que la mitad del equipo no era el titular, ya que muchos de ellos seguían jugando para sus equipos en Francia. Argentina metería en la cancha a tres jugadores locales, quienes ocupaban posiciones claves como la de pilar, medio scrum y primer centro; y no se habían entrenado demasiado juntos. Pero a pesar de eso algo me decía que Los Pumas lo podían ganar y hacer historia. No por nada había viajado…

La química y la cohesión del equipo se trabajó a fondo durante tres semanas y Felipe Contepomi nos había confiado que buscarían seguir con el proceso que habían alcanzado en noviembre. Confiaba en él y en ese trabajo, y tenía grabada la cara de Piccardo del jueves cuando le dije tras la nota “vamos que mañana hay que ganar eh, que la última vez se estuvo cerca” y tenía esa cara y el recuerdo con esa sonrisa cómplice, su tranquilidad a pesar de todo lo que pasó en este último tiempo y la fe intacta para jugarle de igual a igual a Los British & Irish Lions. 

Juan me destacó que había visto mucha confianza en el grupo en la sesión de fotos – él estuvo bien cerca de los jugadores con el tema fotos –.

La verdad sentí lo mismo y vi mucha conexión entre todos. Entonces, porque no se podía ganarle a Los British y quedar en la historia con un equipo que tenía equilibrio entre algunos jugadores grandes y con experiencia, y otros más jóvenes con ese hambre de llegar a Los Pumas y ganarse su lugar.

La llegada al Estadio fue unas cuantas horas antes del ingreso del público. Así y todo, ya las calles estaban valladas y el público revoloteaba por ahí como abejas en la miel. Quedaban aún 5.30hs por delante para el inicio del partido. Nos sirvió para que Juan me indique los pormenores del estadio, como subir, bajar, entrar, y llegar a mi lugar. La sala de prensa y mi pupitre; para lo cual tardamos un poco más de la cuenta. El estadio era inmenso y muy pocos de los que estaban de control a esa hora sabían que decirnos, entonces lo más fácil era no por acá no es...

Así y todo dejé que Juan me indique y luego se fuera a hacer su tarea que no era menor y había que prepararla. Me dispuse a caminar la cancha, a ver las adyacencias, aunque sabía que una vez adentro la idea de los controle era que el periodista no vuelva a salir. Llegaron Los British y la custodia fue muy celosa, no me dejó ni acercar al micro a sacarles una foto o preguntarles algo. Lo mismo sucedió una hora y media antes del comienzo del partido cuando llegó el equipo argentino.

En el mientras tanto entrar y salir no fue una ciencia Me hice “amigo” con uno de los controles de la puerta diciéndole que quería filmar y preguntar cosas a los argentinos en la calle. Primero me dijo que era imposible, luego a los 15 minutos que una vez me dejaría y finalmente pude entrar y salir tres veces. Alguien me dijo alguna vez: “ si vos estás decidido le vas a encontrar la vuelta y no hay quien te pueda parar”. Eso sucedió. Entre y salí tres veces a hacer notas para enviarle a Nacho y Guti; para pasarle al grupo de RCH fotos, videos, y lo que pudiera mostrar desde el lugar de los hechos ya que no había periodistas argentinos por allí. Me quedé incluso sin batería en el celular, el Be connected anduvo a la perfección y me encontré de todo, con muchos hinchas galeses e irlandeses, con ingleses y escoceses; pero me sorprendió mucho más la cantidad de argentinos que conocían a nuestro medio. Cuando les decía una pregunta para RCH, me preguntaban por la app, si la seguiríamos agrandando, si haríamos juveniles, y me agradecían la cobertura tras estos 29 años de estar al pie del cañón; y tantas cosas más. Si hasta dos personas me pidieron sacarse una foto conmigo (me puse rojo de la vergüenza).

Notas con gente de Rosario, San Juan, Jujuy, Mar del Plata, La Plata, Buenos Aires, CABA, Mendoza, Santa Fe y algunos otros lugares del país que de seguro se me pasarán ahora. En todos los casos argentinos que llegaban desde nuestro país a ver el partido, pero también varios desde Italia, España, Irlanda, Gales, Francia o Inglaterra que no se querían perder el match, y estaban para alentar como siempre a nuestros Pumas.

Y poco a poco iba llegando la hora del partido. Cenar en el salón de prensa para los acreditados media hora antes del comienzo, charlando con los ingleses e irlandeses me pareció una experiencia única, y que me den en la mano el programa del partido que valía 12 euros y que se vendía en las puertas como pan caliente como souvenir y que nos entregaba a los acreditados me dejó más que satisfecho porque sabía que ese quedaría luego del triunfo en la biblioteca. 

El Estadio que poco a poco se completó vestido de rojo y con algunos argentinos que si bien se hacían oir en algún grupo, como el de los amigos de Isgró, quien junto a su papá Eugenio estaban alentando a Rodrigo una vez más; no eran predominantes ante tanta afición local.


EL PARTIDO SOÑADO, CON UN TRIUNFO ÚNICO Y UN SUEÑO HECHO REALIDAD    

El partido arrancó con todo, dientes apretados y Los Pumas adelante en el score, penal de Albornoz mediante. Los argentinos se plantaron para jugarlo de igual a igual desde el comienzo, con el libreto aprendido y de esa forma sorprendieron sin dudas a los de Andy Farrell con ese planteo. Sin dudas en ese primera etapa el tucumano Albornoz sacó carnet de crack acompañado por Gonchi García y Justo Piccardo, entre otros de la nueva camada, y siempre apoyado por los más experimentados que con mayor rodaje equilibraron el equipo. El 21 a 10 del parcial dejó a los fanáticos locales sorprendidos por la solvencia de los argentinos, que aprovecharon al máximo las chances que tuvieron y las capitalizaron a la perfección.

Como contracara Los British no pudieron con la férrea defensa argentina y se fueron al descanso bastante  preocupados con el resultado adverso.

La segunda mitad arrancó toda de color rojo y con un try y la amarilla a Mayco Vivas en el arranque las cosas se pusieron 17-21, y los hinchas parecía resucitar y quedarse más tranquilos.

Desde nuestro lado veíamos a un equipo argentino que hbapia sido sorprendido por primera vez, pero que  sabía a que jugaba, que tenía un libreto muy estudiado  y que esperaba su chance para volver a golpear a su rival. Así, tras quedar abajo 24 a 21, y por segunda vez debajo en el tanteador, Los Pumas salieron a jugarse y atacar en busca de volver a darlo vuelta. Y así llegó el try de Albornoz, tras una jugada brillante de Isgró y Santiago Carreras para terminar con la palomita del tucumano en el ingoal de los British & Irish Lios y el festejo de todos los argentinos en el ingoal para poner el 28 a 24 con la conversión acertada del 10. 

De ahí en más el equipo de Felipe Contepomi supo como frenarlos. Los embates rojos fueron tremendos y la defensa argentina “se la bancó” siempre como pudo dejando el cuerpo en cada pelota y desmotrándole al mundo quienes son Los Pumas. 

Así llegó el pitazo final tras la pesca de Isgró, y la patada a la tribuna de Albornoz. El final del match me dejó shockeado. El ¡ Vamos Pumas carajo ! me salió desde el alma como nunca antes. El triunfo era un hecho, la primera victoria Puma ante los British dejaba un nuevo capítulo del seleccionado nacional para la GRAN HISTORIA PUMA, y RUGBY CHAMPAGNE estaba allí. Lloré mientras miraba como se iban todos.  

Ver como se vaciaba el estadio mientras escribíamos y nos felicitaban periodistas e incluso simpatizantes que nos invitaban al Temple Bar a beber gratis por el triunfo será algo que no me podré olvidar. 

La cara de Felipe Contepomi y de Julián Montoya en la conferencia de prensa con la satisfacción del trabajo realizado tampoco. Entiendo que haber estado en ese vestuario debe haber sido algo único e irrepetible por lo que Juan Gasparini me comentó. 

De mi parte ya estaba hecho, el viaje ya había valido la pena, era irrepetible y sin dudas el triunfo Puma será uno de los que recordaré por siempre. 

A todos los que lo hicieron posible esta historia, al equipo de RCH que me bancó desde La Argentina siempre, a mi familia que se sacrificó para que pueda estar, a los anunciantes y a los medios que requieren nuestros servicios y contenidos, gracias por apoyarnos en estos 29 años. 

Y por último a esos Pumas que una vez más me hicieron lagrimear tan lejos de casa y sentirme orgulloso de ser argentino. De nuevo, gracias!          

Ahora a seguir soñando, se vendrá la ventana de Julio, el Rugby Championship, La ventana de Noviembre para en 2027 llegar de la mejor forma al Mundial de Australia. Falta mucho aún, y también habrá mucho más triunfos y derrotas que servirán para seguir aprendiendo para seguir soñando con llegar a Australia de la mejor manera y verlos campeones del mundo. 

Déjenme seguir soñando. ¡Vamos, Pumas carajo!  



Fotógrafo: Rugby Champagne

Fuente: Jorge Ciccodicola (enviado especial a Dublin)

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