En todo club hay nombres que quedaron grabados en la memoria de aquellos que los vieron jugar. Pero muchos de ellos no sólo se destacaron en su lugar de formación, sino que además desplegaron su juego y virtudes en otros lugares. En este segundo repaso para conocer quienes marcaron la historia de Sociedad Sportiva, hablamos con varios de los que trascendieron las fronteras y el valor de la camiseta blanca, para dejar bien parado el rugby de Bahía Blanca, así como a las personas y hombres que los educaron.
Pablo Fasano, el rugbier bahiense del Siglo XX
Con 70 años es uno de los referentes de la historia viva de Sociedad Sportiva. Un fanático del rugby y del deporte, con el que el tiempo de la entrevista transcurrió como una charla entre viejos amigos. Con cuatro hijos varones, Marcelo, Fernando, Pablo y Franco, el rugby fue el centro de una extensa y jugosa conversación, como una referencia entre tantas otras actividades.
La primera pregunta fue ¿porque el rugby?: “Nací enfrente de Bahiense del Norte, el club de Manu Ginóbili, que se llamaba Bahiense Junior en esa época. Mi papá era atleta, fue decatlonista, con la garrocha como especialidad. Te hablo del año 1935/36, él fue el que me inculcó el deporte. A los 5 años empecé a jugar al básquet y hasta jugué al fútbol también, en una séptima de Liniers, el club de dónde salió Lautaro Martínez. Así que imagínate, les marqué el camino a Ginóbili y a Lautaro –risas…”. (NdR: en la galería de fotos están las tres generaciones de los Fasano en el deporte, Jorge, Pablo y Franco)
“En Bahía –continuó- por el tipo de clima, se empezaron a hacer muchas canchas cerradas, situación que favoreció al jugador de básquet, que así podía entrenar todos los días. Era más fácil que el rugby, dónde te ca….. de frío en invierno y calor en verano. Además, en esa época hubo un trío que marcó la historia del básquet, Cabrera, Fruet y De Lizaso”.
“Yo vivía enfrente de Bahiense y todos éramos del barrio. Jugábamos y cada uno se iba a su casa a bañar. También jugué al fútbol y la verdad, te quedabas sólo en el vestuario. Mi primo y mis hermanos ya jugaban al rugby y a los 15 años se formó la primera Quinta División del club, lugar que compartí con Oscar Doria y Juan Pedro Gardes, en 1965, que luego fue presidente del club y de la Unión. Ahí me enganché con el rugby, tal es así que casi todos mis amigos de la actualidad surgieron del rugby”.
El repaso de una época no muy buena para Sportiva y todo lo que llegó después: “La verdad no teníamos un gran equipo por esos tiempos. De las inferiores pasé a Primera en el ’69 y salimos campeones en el ’70 y ’72. Después estuvimos mucho tiempo sin ganar porque no teníamos buenos forwards. Recién se revirtió cuando llegaron los chicos de El Nacional. En el ’85 empezamos a entrenar con Gardes y armamos un buen equipo, había buen material”.
En su época de rugbier, Pablo fue el primer jugador de Bahía en ser convocado a un seleccionado del Interior. Así recordó cómo fue esa experiencia: “fue algo inesperado para ese tiempo, porque no teníamos vidriera, sólo viajábamos a Tandil de vez en cuando o jugábamos con Mar del Plata por el Campeonato Argentino. Luis Prieto era el entrenador del seleccionado, campeón como jugador del Campeonato Argentino de 1965. Me vio y me recomendó al chueco Aletta de Sylvas, que era de Duendes y entrenaba con él”.
“Te voy a hacer una confidencia –afirmó-: cuando me convocaron me encontré con tipos que eran fanáticos del rugby. En esa época había muchos de Rosario, Mendoza, algunos de Córdoba y Mar del Plata y sólo dos de Tucumán. Fue entre 1975 y 1976, yo sólo conocía al Gurí Mínguez y a algún otro. José Luis Imhoff era un loco, ya en esa época hablaba de sistemas y estrategia. Pensé que a mí me gustaba el rugby, pero la verdad, al lado de ellos no existía, tenían la cabeza ovalada. Si me preguntás si me preparé para eso te diría que no. Nunca me entrené para jugar en un seleccionado, ni para sobresalir. Sólo hacía lo que sabía hacer bien, correr rápido, esquivar y usar un poco el cuerpo, que lo aprendí del básquet. Y en realidad nunca pensé a dónde llegar, lo hacía porque todo lo que era deporte me encantaba”.
¿Te acordás de algún partido? -le preguntamos-: “Sí, en Ferro, cuando enfrentamos a Suburbs, de Nueva Zelanda, y en el CASI, contra el Seleccionado de Buenos Aires”.
NdR: El Seleccionado del Interior jugó ante Suburbs el 18 de octubre de 1975 (perdió 27-3, luego de igualar la primera etapa, 3-3). El entrenador fue Luis Prieto (Mar del Plata) acompañado por Osvaldo Aletta de Sylvas, Rodolfo Raffo, Manager y Federico Maidana, Preparador Físico. El plantel lo integraron: Enzo Pavani (Rosario), Raúl Crivelli (Cuyo), Raúl Bonomo (Mar del Plata), Gustavo Todeschini (Rosario), Buenaventura Mínguez (Mar del Palta), Eduardo Mainini (Rosario), Julio Bach (Tucumán), Roberto Campanella (Santa Fe), Luis Chacón (Cuyo, Capitán), Pablo Guarrochena (Cuyo), Javier Escalante (Rosario), Carlos Sosa (Mar del Plata), Carlos Dañil (Rosario), Pablo Fasano (Sur), Eduardo Sanguinetti (Mar del Plata), Pedro Braga (Santa Fe), Camilo Abud (Santa Fe), Eduardo Paganini (Rosario) y Daniel Muñiz (Cuyo).
Fasano dejó de jugar cuando empezaron a nacer sus hijos –tiene cuatro varones-. El primero nació en 1978, unos días antes de estrenar la cancha de Sportiva, contra el CASI del Caña Varela. Al año siguiente nació el segundo, uno días previos a las finales del Argentino, que se jugaron en Bahía, dónde Pablo hizo los únicos tries del seleccionado, uno contra Rosario, en semifinales y otro frente a Mendoza, por el tercer puesto.
El paso de jugador a entrenador
“En el año ’83 Cacho Gómez me llamó para entrenar el Seleccionado del Sur. Me entusiasmé y tuvimos buenos partidos, como contra Buenos Aires, de Hugo Porta. Para nosotros jugó Luis Balfour, de Pueyrredón, que en esa época estuvo por acá, en Coronel Suárez” –comenzó con su repaso Pablo-.
“Sportiva estaba mal y nos encontramos con mi amigo Juan Pedro Gardes, con el que tomamos la responsabilidad de conducir la 1ª División en el ‘85. La gran capacidad que tuvo como jugador para enfrentar a los contrarios con desventaja física, sirvió para que aplicáramos un juego más dinámico en un club que no tenía obtención y lo padecía en las formaciones fijas. Cambiamos el juego, lo hicimos más dinámico y creo que nos salió bien. Todo se basaba en darle velocidad a la pelota. Cuando llegamos estaban muy desorganizados, había que darles un sistema. En el ’86 salimos campeones invictos, explotamos las capacidades individuales y colectivas que teníamos como equipo. Después estuve un par de años más y me fui, no soy partidario de estar mucho tiempo”.
¿Qué recordás de ese título?: “Con el paso del tiempo me di cuenta que habíamos empezado a recuperar lo que queríamos. Con un estilo de juego más completo, encontramos un equipo que se hizo fuerte y un grupo humano que perduró a través del tiempo. Eso fue lo más trascendente, más allá del resultado. La pertenencia se logró mucho después, ya que el club era de 20 familias de tenis y el rugby no tenía su lugar. Y para eso mucho tuvo que ver Jorge Suardíaz, que en esa época fue el único interlocutor con el club. Tuvimos una base en los ’70 que recuperamos en el ’85. Ahí sentí que volvíamos a integrar un grupo humano que iba a perdurar, que trabajó y se identificó por el club y la camiseta. Mi pertenencia se dio con el paso del tiempo, viendo a esa camada que trascendió un resultado deportivo para comprometerse hasta el día de hoy”.
¿Quiénes te guiaron como entrenador?: “Siempre admiré a Popovich. Me parecía un tipo brillante, por cómo decidía tan bien en 30 segundos y con tanta lucidez. Cuando dirigíamos con Juan Pedro –por Gardes- hacíamos de todo, éramos aguateros, masajistas y alcanza pelotas. Yo era un tipo que era capaz de cambiar un jugador a los veinte minutos, lo hice una vez con un capitán. Un entrenador tiene que estar preparado para eso. Les decía, lo hablamos un montón, pero si vos de entrada fallaste y volviste a hacerlo en la siguiente, no te puedo aguantar, disculpame, no es tu día. Lo hacía por el bien del equipo. Tenía una filmadora grande con dos baterías que pesaban como cuarenta y cinco kilos. Yo era un Bilardo adelantado, grababa los partidos con una filmadora que cargaba arriba de una camioneta que metía de culata atrás de la cancha. El domingo lo veía en un televisor de 14 pulgadas que llevaba al club los martes, para mostrárselos. Soy un convencido que pequeños detalles determinan un resultado”.
La elección de los mejores deportivos de Bahía en el Siglo XX se organizó en el año 2000, entre el Diario La Nueva Provincia y el Círculo de Periodistas Deportivos: “me llegó una invitación, que la verdad, me dio algo de vergüenza. De pronto estaba en la misma reunión con todos los deportistas que alguna vez había ido a ver. Imaginate, es muy difícil comparar las distintas épocas, porque para mí los mejores siempre son los últimos. En básquet eligieron a Beto Cabrera, que marcó una época hasta la llegada de Manu Ginóbili”.
Pancho Inchausti, el que abrió el camino hacia San Isidro
La hermandad entre clubes a lo largo de todo el país, tuvo su capítulo inicial entre el CASI y Sportiva cuando Pancho Inchausti viajó desde Bahía a San Isidro. Pero antes hubo una historia previa, con su comienzo en el club de origen desde su debut en Primera: “Empecé a jugar algún partido en el ’85, con 17 años, y en el ´86 ya era parte del equipo, con 18. Viví todo el cambio generacional, éramos todos jóvenes más algún back experimentado. El club empezó a jugar a otra cosa, era recuperar la pelota y correr, ya que en esa ápoca en Bahía casi todos los equipos eran más pesados, con mucha más experiencia que nosotros. Jugar con esos tipos era como en Jurassic Park, te hacían sentir el rigor. En esa época los jóvenes teníamos que pagar el derecho de piso. Pero así hicimos la diferencia”.
“Ese título fue muy importante para el club –recordó Pancho- porque estábamos muy lejos de pensar en un campeonato. Pero el equipo se fue formando en Cuarta y realmente jugaba bien, con dos o tres camadas que se juntaron en Primera, la verdad era divertido jugar. Para mí no fue algo soñado, porque no viví la historia de tantos años sin campeonatos. Compartía el rugby con el básquet, y cuando volví al rugby de golpe me encontré en Primera con jugadores de gran nivel, como el Ruso Kohler, Mario Menéndez, Mikel Irazusta. Eran figuras en puestos claves que si hubieran jugado afuera hubieran llegado a otra cosa”.
(NdR: en la galería de fotos están los campeones del ’86 que integraron: arriba, Oruga Gentili, Pipo Rivas Godio, Marota Verniere, Eloy Oms, Pancho Inchausti, Raúl Rivas, Marcelo Costantino, Tomás Iturrioz, Martín Azpiroz. En el medio, Corto Martins, Cristian Scheveri, Juan Pedro Gardes (entrenador), Rusito Kholer, Pablo Fasano (entrenador), Claudio Ficcadenti, Esteban Scheverin, Eduardo Ferrandez, Fernando Rey Saravia. Abajo: Vasco Javier Martín Ayastuy, Néstor Duhau, Mikel Irazusta, Paul Urbicain, Tati Heguilen, Julián del Santo y Marcelo Brocardo).
El primer contacto con el CASI
“Ese mismo año – en el ’86- el CASI fue invitado al seven de fin de año que se jugaba en Universitario. Llegamos a la final y les ganamos. Hicimos amistad con muchos de los chicos que integraban la Primera, como Daniel Sanés y el Chapa Mata. Y como yo viajaba a Buenos Aires me dijeron que me esperaban en febrero. Fue algo raro, porque en realidad no tenía idea lo que era el CASI. No sabía más que era un club de rugby de San Isidro. Ni me imaginaba adónde iba, caí como un paracaídas un martes, recién cumplidos los 19 años y empecé a entrenar con la Primera, porque todavía no arrancaban las juveniles. Imaginate, cuando fueron llegando los del plantel estaban todos los que tenía en el poster de mi casa, el Chapa Banca, Georgi Allen, Daniel Sanés, Pope Morel, todos los que se te ocurran, porque en ese momento el CASI tenía 10 jugadores en Los Pumas. Además, no era común que en esa época fueran a jugar desde el interior a Buenos Aires. De pronto me encontré con 120 jugadores, con un nivel y un tamaño…. Con una infraestructura impresionante para mí, que venía del campo. Terminaba los entrenamientos, me tomaba el tren y me volvía al centro. Y era “el bahiense” para todos, fue todo con mucho sacrificio y muy extraño para la época, porque ni siquiera pensaba en jugar en Primera en ese entonces. Sólo quería entrenar y jugar al rugby, mientras estudiaba. Así que era correr los 15 kilómetros y competir contra otros terceras líneas”.
Los juveniles empezaron a entrenar en marzo y a Pancho lo mandaron con los de su edad. Así recordó esa etapa formativa que fue el paso previo de su arribo a la Superior: “yo era un avión, porque estaba entrenado y en Bahía había jugado el Campeonato Argentino y logrado un título con Sportiva. Me miraban y se preguntaban: ¿este quién es? Y ahí sí que me hicieron pagar la facturita por ser el de afuera. La pagué con creces. Había cuatro equipos y me pusieron en el “A”. Pero viajé toda la primera mitad del año, algo así como cinco meses y no jugué ni un minuto. Gonzalo Beccar Varela era el entrenador y me dejó siempre en el banco, ni me miraba. Entonces, pedí jugar en la “B”, y al cuarto partido me vinieron a buscar para jugar en la Primera, a fin de 1987. De no jugar en la M21 A, a estar directamente en la Superior. Mandaron a un tipo que ni conocía, que me tocó el hombro y me dijo: Pancho, el martes presentate que tenés que entrenar con la Primera. ¿Sabés quién era?: Palomo Etchegaray. Ese fin de semana debuté en el CASI contra Pueyrredón, jugué de ocho con Jorge Allen y el Perro Poslemann. Se habían caído dos terceras líneas, dijeron que en la “B” había un pibe que estaba loco y así fue, jugué en la Primera”.
Crecer de golpe
“En el CASI conseguí mi primer laburo –contó Pancho-. Un día trotando se me acercó Marcos Gastaldi y me preguntó de qué vivía. Le contesté que estudiaba economía agropecuaria y que mi viejo me mandaba la plata. En esa época era muy común en Buenos Aires trabajar a los 20 años. Me dijo: ¿Cómo que te manda guita tu viejo? ¿No querés laburar? Le dije que sí y empecé con el Pato Mendivil, con quien hicimos juntos la carrera deportiva y laboral”.
- ¿Qué te marcó del CASI de esa época?
-Todo lo que vivía me sorprendía, pasé de un club chico del interior a un gigante, dónde había que ganar o ganar. Lo que más me asombraba era la poca valoración que tenían los mismos socios del club que tenían. Me tocó vivir el descenso, me echaron de la Primera, hubo elecciones, se hablaba de los varelistas, los michinguistas, era un club muy politizado. En esa época me entrenaba el Caña Varela, que era un crack. Te sacaba lo mejor, pero tenías que bancarte su personalidad. Por ahí te hacía quedarte hasta las 12 de la noche, al otro día había que laburar y la mitad no se lo bancaba. Para mí fue el mejor, era un lírico, un loco lindo, un enfermo del rugby, un tipo que se ocupaba hasta de atender bien el rival en los terceros tiempos. Como mensaje de rugby era un diez.
“En el ’91 nos fuimos al descenso –continuó el relato- fue una temporada rara con un sistema dónde no clasificamos por poco entre los primeros cuatro. Después tampoco quedamos en la segunda etapa, empatamos seis partidos, no nos salió nada. Fue una hecatmobe, era la primera vez que bajaba un grande”.
El descenso y un desenlace inesperado. Así lo recordó Inchausti: “Nos citaron a una reunión a nueve jugadores de ese plantel y nos dijeron: ustedes tienen que tomarse un año de descanso. Yo no sabía ni quién me hablaba –fueron Lavallén y O’Reily- porque mi historia en el club sólo tenía cuatro años. Cuando salimos estábamos estupefactos. No quedó ni un referente, porque los campeones del ’85 ya se habían retirado. Fueron 60 jugadores a entrenar a la Boya. Entonces llamaron a la M19 y M21 para armar el plantel y nosotros los apoyamos. Imaginate, después cuando volvimos, en el ’94, estábamos en la Pre B”.
-¿Qué momentos destacás de los 17 años que pasaste en la Academia?
-De los malos, la rosca política, dónde involucraron a los jugadores que no teníamos nada que ver con todo eso. Lindos hubo muchos, aunque si me decís cuál fue el más emocionante te digo que el del debut. Que me vinieran a tocar el hombro para decirme que tenía que ir a entrenar con la Superior, nunca me lo imaginé. Venía mordiendo polvo y de pronto jugaba en la Primera del CASI.
Clubes hermanos
“Yo vivía en el CASI y estuve cuando se firmó el convenio de hermandad con Sportiva. Creo que un mimo del CASI hacia nosotros, porque somos una usina de mandarles jugadores para allá” –afirmó Pancho-. “Además, te diría que prácticamente todos los jugadores que pasaron por la Primera del CASI debutaron en el seven de Bahía, ya que todos los años venían a jugarlo. Hasta Agustín, el Colo, Garicoche y Gaitán jugaron acá”
Pancho tiene dos hijos, Tomás, el octavo de la Primera de Sportiva y Felipe, tercera línea de 22 años, que actualmente está en la Academia siguiendo sus pasos. En el 2000 retornó a Bahía con 34 años y jugó durante cuatro temporadas más.
“La vuelta fue un sueño para mí, porque toda mi familia era parte del club. Hubo partidos en el que jugábamos siete parientes, los Gutiérrez, Figueras, Moreno, Kholer. Las ganas de volver a Bahía eran infinitas, desde el campo, la situación familiar y porque sabía dónde quería educar a mis hijos. Volví, recuperé la capitanía del club y del seleccionado y cuando me quería retirar -me había puesto un objetivo de jugar hasta los 38- avanzábamos en el Regional y siempre lo postergaba. Pero un día me juré y perjuré que era el último, contra Mar del Plata en Bahía, y ese día me retiré.”
Entre los grandes recuerdos que le dejó el rugby, Inchausti no dudó en mencionar en primer lugar las giras: “cada tres años nos vamos con los juveniles a Sudáfrica, repetimos aquella histórica gira que hicimos con el CASI en el ’99. Hoy nos vemos por la calle con los chicos y lo único que me recuerdan son esas giras, que fueron inolvidables. Llevamos más de cien a cada una”.
Y entre los partidos, el primer CASI-SIC le dejó varias anécdotas inolvidables: “el Caña Varela había bajado a Georgi Allen a la Intermedia y puso a un amigo, Lucas López, que volaba. Me acuerdo que el réferi era Efrain Sklar y también que a los 45 segundos me volaron el tabique. Me durmieron, volví en sí, me arreglaron la nariz y jugué todo el partido. Ganamos 17-14, fue una batalla y de ese partido no me olvido nunca más”
El Puma de Sportiva
Con la 15 en la espalda Bernardo Stortoni es el jugador que más trascendió en la historia de Sociedad Sportiva. Con una carrera que lo tuvo jugando en Francia, Inglaterra y Escocia, su paso por Los Pumas lo pone en un lugar de excepción entre los jugadores que se formaron en el club. Esta es parte de su historia: “Debuté con 17 años en el Plantel Superior en un Regional que hicimos a Trelew. Estuve hasta los 21 años, en 1998 me tocó la primera gira con Los Pumas y en el ’99 me fui a Buenos Aires. Fue un sueño jugar en la Primera de mi club, ser capitán y que me hayan convocado al seleccionado jugando en Bahía Blanca”.
-¿Cómo fueron los comienzos en Bahía?
-De esa primera etapa en Sportiva recuerdo la frase que dijo el entrenador, Alberto Martínez Gambino, en un vestuario antes de una final. Nos juntó a todos y empezó a hacer la arenga, a motivarnos, se quebró y con una voz muy finita dijo: “Somos un Puño”. Fue muy gracioso y muy sentido también, porque para mí es como mi segundo papá. Con el tiempo quedó esa frase para el club, que también muchas veces la utilicé en el CASI.
¿Qué significó ser capitán desde tan chico?:
-Me dieron la oportunidad el último año, apoyado por los más grandes. Fue una linda sensación con tan sólo 20 años. Jugaba de centro en juveniles y recién en Primera empecé a hacerlo de fullback.
-¿Quiénes fueron tus formadores y referentes?
-Con Claudio Ficcadenti como entrenador, me tocó jugar con Mario Rey Sarabia, Raúl Rivas y Alfredo Kholer, además de compartir la cancha con varios amigos de la ’76, Pancho Galazzi, Martín Horvart, Mariano Gutiérrez, Federico Robaina y Francisco Bermúdez.
En el CASI estuvo del ’99 al 2002, aunque volvió en 2003 para la preparación del Mundial de Australia, luego de un año en Narbonne, dónde compartió equipo junto a Mario Ledesma, Martín Scelzo y Chalo Longo (2002). En la Academia estuvo en las finales de 2000, ante Atlético del Rosario y 2003, frente al SIC. Después se fue a Rotherham, para de ahí pasar a Bristol, dónde jugó cuatro años, ascendió y compitió en la Premiership, en un plantel que también integraron Manuel Contepomi, Mariano Sambucetti y Martín Rospide. En 2007 dejó Inglaterra para ir a Pensacola, para la preparación de Francia 2007, aunque nuevamente quedó afuera de la lista en el último corte. A punto de dejar el rugby, le surgió una posibilidad de jugar en el rugby escocés, más precisamente en Glasgow Warriors. Bere fue figura, logró récord de partidos y permaneció hasta 2011, luciendo la cinta de capitán. El consejo de Felipe Contepomi, figura del Leinster irlandés en aquellos tiempos, fue clave para tomar la decisión: “después de quedar afuera del mundial de Francia no quería saber más nada de rugby. Me iba a ir al campo cuando me contactó un agente inglés, al que le habían preguntado por mí desde Escocia. Cómo no sabía nada del rugby escoces lo llamé a Felipe y le pregunté cómo era la zona: “mirá Bere -me dijo- si te acostumbrás a la lluvia está buenísimo, jugás la Liga Celta contra equipos galeses e irlandeses y la Heineken Cup”. Así que fui por un año y me quedé cuatro” –completó Stortoni-.
Los inicios en el CASI
-¿Arrancaste mal en el CASI?
-Yo venía de jugar en Los Pumas y cuando llegué a la primera práctica me dijeron: ¿quién sos? Bernardo Stortoni –contesté- ¡Ahh! Entonces andá a entrenar a la Pre C. De pronto te encontrás con 100 jugadores que corren más rápido y son más fuertes que vos. Pero a medida que vas empezando, por ahí alguno falta al entrenamiento y te vas acomodando.
“La anécdota que tengo del debut –recordó- fue que fuimos al partido con un amigo de Sportiva, Juan Cruz Rigal. Era un amistoso de pretemporada que jugamos contra San Fernando, porque la Primera y la Intermedia estaban de gira por Sudáfrica. Estaba en el segundo equipo, pero como el Colo Fuselli era amigo, les dijo a los entrenadores que me probaran de fullback, puesto en el que jugaba José Raiteri. Empezó el partido y la primera pelota que me patearon arriba se me cayó cinco metros para adelante, knock-on. Así me paso cuatro o cinco veces más. Quería hacer un cambio de paso y me caía al piso. Tal es así que me sacaron. Cuando terminó el partido el Colo se me acercó y me dijo: ¿Qué te pasó?, bolu…. ¡Así no jugás nunca más! ¡Los entrenadores me dijeron que vos nos sos fullback, no agarraste ni una pelota! Mi amigo también me dijo: “Mirá Bere, cuando jugás bien siempre te lo digo, y cuando jugás mal, también. Pero la verdad, nunca te vi jugar tan mal en tu vida”. López Ymizcoz y García Vozzi me bajaron a la Pre D. Pero después me volvieron a probar, hice dos tries al partido siguiente y de a poco empecé a tener más confianza. Así que debuté el 25 de mayo de 1999 contra Atlético del Rosario (empatamos) jugando de centro, porque Natalio Böck ese día fue el fullback”.
“Para mi cada entrenamiento en el CASI era lo mejor que me podía pasar –agregó- con todas las figuras que había y siempre protagonista de los torneos. Además, por cómo me atendieron. Con el tiempo se generó lo de los clubes hermanos, pero en esa época fui de la mano de Pancho Inchausti y el Colo Fuselli. Pero la verdad, Chegu Báncora, Gusi Cohen, Juan García Maglione y todos los chicos del club que nos apadrinaban y bancaban a los del interior, con el negrito Gaitán y José Raiteri. Fue un lujo haber estado ahí, con las bestias que jugaban y la contención que tuvimos”.
El paso por el seleccionado
Stortoni jugó 26 caps con la camiseta de Los Pumas e hizo 10 tries, pero el debut no fue el ideal. ¿Qué recordás de ese partido contra Japón, en 1998? Hoy dirían que fue un partido saca técnicos, o saca jugadores: “Sí, ese día debutamos entre nueve y once jugadores y sólo quedaron Nani Corleto y Rorro Roncero. A mí me llamaron tiempo después. Fuimos muy verdes con el título de Los Pumas ante un seleccionado que se estaba preparando para el mundial. Imaginate, a mí me conocieron arriba del avión, ya que me convocaron estando en Bahía. Fue un orgullo, más allá del resultado”.
-¿Qué te quedó grabado de tu paso por el seleccionado?
-Ponerse la camiseta de Argentina es algo inigualable en cualquier deporte, para nosotros con el rugby, también. Recuerdo el partido contra los Lions, que fuimos muy de punto. La prensa inglesa hablaba de cuántos tries nos iban a hacer y cuantos puntos haría Wilkinson. En ese partido Les Cusworth estaba como ayudante, y como no podíamos analizar a los Lions como equipo, fue la primera vez que los analizamos individualmente. Me acuerdo, que como era fullback, él me marcó cómo y a dónde pateaba Wilkinson, para estar bien ubicado. También fueron espectaculares la gira a Nueva Zelanda y el partido de 2001, en Ríver, que perdimos contra los All Blacks en la última jugada.
-¿Cumpliste todo en el rugby?
-Después de 44 años te diría que sí, pero en realidad no, porque me quedaron los mundiales. Quedé afuera en los últimos cortes, en 2003 y 2007. En Francia estuve con el plantel porque me invitó Agustín –Pichot- pero no me sentí partícipe”.
La segunda etapa en Bahía
Bere volvió en 2011 al país y se incorporó a su club de formación, dónde jugó hasta 2015. “Como jugador ganamos la Copa Patagonia en dos ocasiones –un torneo que se disputa cada dos años en el club El Nacional, con la presencia de Christchurch, un club neozelandés-. También jugamos los torneos del interior, con mi amigo Ramiro Martínez Gambino, como entrenador. Hasta que me lesioné y dejé en 2015. Después se sumó Azu Doria, que volvía de Italia. Y entre los tres incorporamos lo que aprendimos afuera”.
“Hace tres años tomamos la decisión de dirigir la Primera con el apoyo de los jugadores y dirigentes. Con amigos es mucho más fácil, armamos un proyecto con el objetivo de ampliar la base de jugadores. El primer año fue de adaptación y en 2019 nos encontramos con la posibilidad de ganar el Regional Pampeano. Fue un momento histórico para el club y para Bahía, porque lo jugábamos contra Mar del Plata Rugby. Habíamos perdido dos finales por poco, contra Sporting. Pero los chicos respondieron, se prepararon muy bien, se armó un gran grupo y se dieron los resultados. Confiaron en el sistema de juego, le ganaron a Sporting en Bahía y después a Mar del Plata. Se armó bien la semana, se trabajó la cabeza de los jugadores para romper el estigma que allá nunca podíamos ganar –tuvo mucha influencia Martínez Gambino con un gran trabajo psicológico- y pudimos festejar por primera vez como visitantes”
-¿Cómo será la vuelta al rugby, Bere?
-El club estaba muy bien antes de la pandemia. El 2020 comenzó con una gira por Sudáfrica del platel Superior –regresaron justo antes de la cuarentena- mientras que los que se quedaron en Bahía ganaron la Copa Patagonia. Estábamos con los pies sobre la tierra, pero íbamos a tener que revalidar lo que hicimos.
“Tenemos que volver a empezar –comentó- la expectativa estará en ver con qué nos encontraremos cuando abran los clubes. Nuestro objetivo es ampliar la base, sobre todo en la franja de los chicos de entre 17 y 19 años. La idea es motivarlos para que se queden en el deporte. Pero lo que nos preguntamos es si está bien entrenar tres veces por semana, más el gimnasio y tanto tiempo con el rugby, que por ser amateur debería tener más tiempo para disfrutarlo. La pandemia nos enseñó a ver las cosas de otra manera, de porqué exigimos tanto a los chicos. Es para hablarlo y plantearnos otras cosas. A veces se le dedican cuatro días al rugby al ciento por ciento y hay que tener en cuenta que está el estudio, el trabajo y las familias”.
Fotógrafo: Gentileza: Pablo Fasano y de Sociedad Sportiva Rugby
Fuente: Hernando De Cillia - Producción: Alejandra Krickeberg