Uno jugó con la camiseta número 10 de River Plate y luego pasó a Nacional de Montevideo, donde hizo sus primeras armas como DT, para después volver y ganar todo con su querido club. El otro fue el número 10 indiscutido de Hindú Club, que se fue a jugar a Francia para luego dirigir en el país galo y con el tiempo convertirse en el primer entrenador argentino en salir campeón de un torneo internacional. Así como Marcelo Gallardo puso a River Plate en los primeros planos del mundo futbolístico, Gonzalo Quesada regresó al país para posicionar al rugby argentino y llevarlo a su primera final de la historia. No son los únicos paralelismos en la vida de dos figuras del deporte argentino que brillaron como jugadores y hoy son los encargados de dejar bien alto a sus equipos como entrenadores. Dos hombres de perfil bajo que ya hicieron historia.
Gonzalo Quesada llegó desde Francia, tras dirigir a los tres cuartos del seleccionado de ese país en el Mundial 2011 y participar durante cinco temporadas como entrenador, en Racing 92 y Stade Francais, en donde fue campeón del torneo 2014/15 y de la Challenge Cup 2016/17, coronándose así como el primer entrenador argentino en obtener un título en otro país. Dirigió por un breve lapso a Biarritz y fue tentado por la UAR para regresar a la Argentina, en agosto del 2018. A su llegada, primero fue ayudante del hoy entrenador de Los Pumas, Mario Ledesma, y luego, desde febrero, quedó a cargo de Jaguares, para seguir el trabajo iniciado por Raúl Pérez y el citado Ledesma.
Sintió que era su momento y estaba maduro con sus conocimientos adquiridos para poder aportar desde ese lugar su granito de arena al rugby nacional. Convenció a su familia como pudo, sus ganas podían más que el confort de su Francia adoptiva en donde dejó los mejores recuerdos para sumarse al rugby que lo vio nacer en su querido Hindú Club. Armó las valijas y se hizo cargo. Así, se sumó Gonzalo Quesada a Jaguares, debutó este año y en tan sólo seis meses de un duro trabajo, consiguió que más de 30 mil personas canten por su equipo y que este sábado muchos más deban madrugar, cuando a las 4:35 dirija a sus muchachos en la final del torneo más importante del mundo a nivel de equipos.
La historia de un entrenador que no dejó nada librado al azar y que va en busca de un sueño: demostrar más allá de lo que consiguió hasta ahora que no hay equipos invencibles en el Super Rugby.
Se puso a trabajar de forma silenciosa, llegó para darle una mano a Ledesma y luego lo ayudó a conformar la lista del Rugby Championship 2018. Desde este año, el desafío fue otro y quedó a cargo de Jaguares. Conformó un staff que él mismo eligió, en donde se destacan sus amigos Juan de la Cruz «Manasa» Fernández Miranda (compinche en Hindú y entrenador de los tres cuartos) y el rosarino Andrés Bordoy (a quien conoció en Francia y es el entrenador del scrum y los forwards). Junto a ellos, la idea era tratar de mejorar los cuartos de final del 2018. La vara había quedado alta, pero a pesar del desafío, que se sabía era bravo, buscó a su manera llegarle al corazón a cada uno de sus dirigidos. Los rotó durante el comienzo, les inculcó una idea de juego, identidad y pertenencia, y a pesar de los primeros resultados adversos y sabiendo que se jugaba mucho en su debut como entrenador en nuestro país, buscó sacarle lo mejor a cada integrante del plantel. No solo lo logró, fiel a su estilo, medido y reservado, sino que lo solidificó en el juego aportándole algunas variantes claves en el ataque para demostrarle al grupo que en su equipo no había titulares ni suplentes y que todos podían aportar desde el lugar en el que les tocara estar. Mucho de estos principios los comparte con Gallardo y ambos son grandes motivadores
Gonzalo Quesada demostró con esfuerzo, dedicación y sin estridencias, acorde a su bajo perfil, que el rugby argentino podía seguir creciendo, como en los últimos tiempos, pero ahora con su impronta. Lo que viene es nada menos que un partido final, ochenta minutos a todo o nada en Christchurch, la casa del actual campeón, Crusaders, para tratar de bajar a un equipo que no pierde desde hace 22 partidos ante rivales extranjeros y que el sábado – cuando le toque enfrentar a Jaguares – estará a diez días de cumplir tres años de su última derrota como local (16/7/2016 vs Hurricanes 35-10). A pesar de todo, y de ya haber quedado en la historia, Quesada va por más y tratará de demostrar junto a sus dirigidos que lo realizado hasta ahora no fue casualidad, sino el producto de un gran trabajo en equipo.
El arranque del torneo no fue el mejor, el tiempo de trabajo había sido escaso y Lions no lo perdonó en el debut (16-25), pero en las dos fechas siguientes comenzaron los éxitos, quizás sin demostrar aún su mejor versión, pero al menos llegaron los primeros triunfos ante Bulls y Blues (27-12 y 23-19). En su primera gira sucedió lo mismo que en el debut, Lions y Stormers los vencieron (47-39 y 35-8) y después de una fecha libre, fue Chiefs quien le pegó otro cachetazo en Vélez con una nueva derrota (27-30). Claro está, muy pocos deben recordar que Jaguares para esa séptima fecha estaba en el último puesto de su conferencia y también de la tabla general con 10 unidades y a 14 del puntero Crusaders; y que empezaba a preocupar a más de uno pensando en no poder repetir la clasificación conseguida en 2018, y más dudas quedaban teniendo en cuenta que se venía la gira por Oceanía. Pero el staff siguió trabajando cada vez más en afianzar la idea de juego que para ellos estaba clara como al comienzo y solo faltaba el rodaje necesario y aceitar las piezas que poco a poco comenzaron a entender de qué se trataba el mensaje. Así llegaron cuatro triunfos en fila y la gira por Oceanía que resultó ser clave para demostrarse que podían, a pesar de que arrancó con una caída ante Highlanders, para a partir de ese momento no parar de ganar.
En esa gira se terminó de afianzar el grupo. El ADN siguió siendo la defensa, que incluso mejoró (solo recibió 38 tries en contra en el torneo), pero en esos partidos todos se convencieron que la rotación servía, que daba sus frutos el recambio, que las variantes en ataque eran cada vez más y mejores, que las formaciones fijas habían mejorado y así el staff estuvo en cada detalle para llegar a ser este equipo temible, que consiguió siete victorias consecutivas para aterrizar en la gran final. Así se dio una clasificación histórica, con goleada incluida en la última fecha ante Sunwolves por 52 a 10, y el segundo puesto de la tabla general para de esa forma poder jugar de local los cuartos de final ante Chiefs y la semifinal versus Brumbies, en donde le demostraron al mundo del rugby, al derrotarlos, que estaban para enfrentar en la final al campeón.
Justo en ese último partido, y con la mejor demostración del año ante su público (35 mil personas que colmaron el estadio de Vélez y festejaron como hacía rato no se veía en el rugby argentino), el head coach de Jaguares bajó a la conferencia de prensa, tras un contundente triunfo por 39 a 7, miró a los periodistas presentes y les pidió dejar preguntar primero a un cronista que acompañaba al equipo visitante. Le respondió en su mejor inglés, para luego proseguir la conferencia con los medios locales. Detalles, pequeños gestos muy importantes, en un momento único de su carrera, hacen que el head coach de Jaguares sea distinto; como cuando jugaba en Don Torcuato y se quedaba pateando por más de una o dos horas luego de terminado el entrenamiento para transformarse en lo que fue con el paso del tiempo: el goleador del Mundial 1999, con 102 tantos en su haber.
Ese es Gonzalo Quesada, quien con sus 45 años es considerado un obsesivo del juego, un tipo minucioso, detallista, que logró pertenencia y mística en cada uno de sus jugadores y compañeros de staff, un hombre que les inculcó el amor por la camiseta y que cuida cada una de las tareas que le asignó a sus dirigidos desde su rol de entrenador como suya propia. El «Queso» para sus amigos de Torcuato, el mismo que buscará quedarse, a pesar que sabe que va de punto, con un triunfo que agigante aún más el presente de un grupo que se terminó de forjar a su imagen y semejanza. Un equipo que desde la humildad de su entrenador entendió como sacar el mayor provecho en cada partido y consiguió lo que demostró en este torneo: una idea de juego clara, vistosa y efectiva.
Y ahí va Quesada, a jugársela una vez más en la madrugada argentina del sábado, en la tarde-noche de Nueva Zelanda, tomando los riesgos de un nuevo desafío. Y aunque el reconocimiento ya se lo ganó con creces durante este Super Rugby y desde que dejó Francia para formar este grupo, ahora irá por un nuevo objetivo: demostrar que no hay equipos invencibles.
Por Jorge Ciccodicola (desde Nueva Zelanda).
Foto: Federico Lemos – @torcua_photo y Rugby Champagne.