Se había retirado como jugador, estuvo cinco años sin ponerse esa segunda piel que siente al calzarse la camiseta de su querido Universitario. Pasó de dirigir la Menores de 19 a ser ayudante de Esteban Lasala y Tomás Cóppola en el 2019 en la dirección técnica del plantel de Villa de Mayo; pero se arrepintió, se dio cuenta que le quedaba algo por hacer, que la soga todavía se podía estirar un poco más. Y así fue como aquel jugador que alzó el último título en el 2013 se decidió a poder darle ese algo más a su querido Universitario desde adentro de la cancha y cinco años después de su último partido oficial se volvió a calzar la camiseta, porque sintió en su interior que se podía dar.
La historia de Lucas Pïña, un jugador único, un guerrero como pocos, un valuarte de CUBA que transpira ese amor por la camiseta de su querido club, al que ayer llevó junto a sus compañeros al decimoquinto título de la historia de la URBA.
EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO
Se preparócomo nunca. Sabía que para jugar este torneo Top 12 del 2021, luego de estartanto tiempo parado por la pandemia, y con sus años a cuestas no le seríafácil. Pero nunca se había dejado de entrenar. Es más, en 2019 había ganado untítulo desde adentro de la cancha cuando viajó a Bermudas a reforzar a Los Pumas Classics. Y entoncespensó en que podía repetirlo a los 37 años, pero con su club
Piña, quedaclaro que por esa camiseta deja todo, se transforma y no para de ir al frente.Entonces se acomodó como pudo dentro del esquema táctico y desde la segundalínea - a pesar de jugar siempre de tercera – empezó en los entrenamientos asumarle al plantel y a demostrarle a todos que estaba para volver. De a pocosupo que podía ser el Piña que CUBA necesitaba, que sus compañeros respetaban yque veían como referente. Y saltó a la cancha en busca de un sueño, ese sueñoque ayer se transformó en realidad. Lucas apuntaló ese pack de forwards desdesu experiencia y terminó siendo el gran responsable de haber conseguido en latarde de ayer en La Catedral ese triunfo por 10 a 9 ante el SIC para poderalcanzar el decimoquinto título de Universitario en la historia del rugbyporteño.
Y ahora respirahondo, sonríe y sigue pensando que hizo lo correcto, que debe disfrutar de estepresente, de esta gran fiesta. Es que en ese vestuario de risas, cantos,llantos y en donde todavía algunos no saben expresar bien lo que sienten yotros no caen; él si sabe muy bien lo que consiguieron.
Sabe queno es poca cosa este título, sabe que no es uno más y que clasificaron con lojusto, que le ganaron en el mano a mano a los mejores, y también sabe que apesar de que ahora más que nunca quiere quedarse para siempre adentro de lacancha, el almanaque seguirá deshojando días y su carrera de jugador seextinguirá en algún tiempo más cercano que lejano.
Pero hoyno puedo darse el lujo de pensar en nada de eso. Hoy es tiempo de disfrutar desu regreso y de este nuevo campeonato conseguido. Entonces Lucas canta y salta,baila y vuelve a reírse, pero de golpe se frena y se pone serio. Tal vez leduele algún golpe de la batalla de hace instantes o recordará ese empate enseis tantos con Newman y el posterior triunfo ante Olivos de hace unos años quehizo que pudieran escaparle con lo justo al repechaje y por el que tantosufrió.
Esemomento es lo que recuerda, porque fue imborrable, tanto como que a partir deallí muchos piensan que fue donde se empezó a gestar este título del que Lucasno quería estar ajeno y por el que el club de Villa de Mayo trabajó mucho, trazandouna línea de conducta, con una pandemia en el medio, que como dijo suentrenador terminó beneficiando el trabajo para prepararse como nunca y conseguirlo que anhelaban.
TomásCóppola el viernes lo había señalado en RCH Radio - cuando estuvieron loscuatro entrenadores que llegaron a las instancias decisivas- .“CUBA está para darlebatalla a cualquiera y más en este tipo de partidos y con estos gladiadores”. Eseconvencimiento, sin dudas, fue el que le transmitió a su equipo y por esodespués de ocho años volvieron a alzar esta copa. Porque se la creyeron, porqueestuvieron convencidos que se podía y porque lo plasmaron en la cancha con unaentrega única y cumpliendo a rajatabla lo planificado para poder jugarle deigual a igual esta final al SIC.
Perovolvemos a Piña, ahora está besando la COPA DIRECTV, que le entrega elrepresentante de la firma, Pedro Mesigos – otro hombre de CUBA- y se ve la sensación de felicidad reflejadaen su rostro.
Y leviene a la memoria la semifinal en donde fue clave y apoyó ese try con el queluego de la conversión de Moroni, le ganaron nada menos que al candidato,Newman, por 16 a 15. Y otra vez ayer volvió a marcar en el arranque del segundotiempo y como si fuera en una película en donde el protagonista está tocado porla varita mágica, - como en aquel gol de Palermo en la selección en laeliminatoria contra Perú en un noche de lluvia torrencial- ahora es esteplatinado el que apoya y deja a su equipo a 35 minutos de alzar su decimoquintotítulo.
Pero ojoque no fue nada fácil, en ese lapso se peleó como nunca, se luchó como siemprey él dejó en cada gota de sudor la sensación de que estando ahí CUBA erainvencible. Si hasta nos pareció ver a He- Man con esa cabellera rubia, yendosiempre para adelante y bancando a su equipo.
Y cuandoestaba por festejar y Paco Lamas quiso torcer el rumbo de la final con ese dropfallido, él miró fijo la pelota y supo que era imposible que convierta, porqueayer era su día, porque estaba todo dicho y porque finalmente su decisión deponerse la camiseta de su amor otra vez había sido la correcta.
LAS PALABRAS DEL PROTAGONSTA
Cuando despuésdel triunfo ante Newman con Benja, su hijo, colgado de sus hombros festejaba comoun pibe el pase a la final nos dijo: “voy a recordar este triunfo como otrogran día de rugby. Para después contarnos el try: “agarré la pelota, cerré losojos y caí adentro del ingoal. Son partidos de detalles muy finitos y pudimosganarlo. Tuvimos convicción, estamos preparados para ganar y nos convencidosque podemos ser los campeones”
Y entoncesuna semana después fueron por el SIC, y la historia volvió a repetirse.
Unpartido chivo, jugado con los dientes apretados y en donde el pack de forwardsfue clave. Y ahí otra vez apareció Piña y sobresalió entre los demás para apoyarotro try decisivo. Fue el quinto en este torneo en sus trece presentaciones, perofue distinto, muy distinto a los demás. Con este try Lucas supo que ese títuloque se les negaba hacía ocho años no se les podía escapar, es más lo vio en lasvitrinas de Villa de Mayo, del mismo club que la pasó feo hace apenas unos añosy tuvo que esmerarse para no descender. Por eso ese try era diferente, porquecon él CUBA ayer volvió a ser campeón.
Y ya enel vestuario nos acercamos Lucas que recordó al Oso y a Archi y les dedicó el título. Volvió a contarnos sussensaciones, ahora de la final: “fue durísima, típico de un partido definitorio,trabado y luchado al máximo, por suerte se nos dio. Ahora solo quiero disfrutar,descansar y después veremos”, sentenció exhausto el ahora segunda línea, en unvestuario que seguía vibrando y del que nadie quería irse. ..Pero al rato salieroncamino a Villa de Mayo, en donde la noche se hizo interminable. No era paramenos, porque se siguió festejando hasta que se hizo de día. Y en la memoria detodos los que se dieron cita quedará su vuelta a las canchas, esos dos tries decisivosde las finales, el beso eterno al escudo de la camiseta que le mostró a sushinchas para que recuerden que regresó para salir campeón, porque en suinterior simplemente Piña lleva a CUBA tatuado a fuego en el corazón.
Hay deportistasque están marcados, queda claro que en estos dos últimos partidos el destino volvióa ponerlo como el protagonista principal de la escena; fue el hombre decisivo quecon su esfuerzo desniveló el partido y le aportó todo lo necesario a su equipo paraganar. Ese que respaldó a sus compañeros con su brillante defensa - no recibieronningún try en las finales – y el que después de una temporada intensa volvió aquedarse con el premio mayor, ese que LucasPiña no podrá olvidarse jamás y por el que todavía no pudo pegar un ojo, porquesigue disfrutándolo en la madrugada del sábado.
Fotógrafo: Fede Lemos
Fuente: Jorge Ciccodicola