La vuelta al juego podrá mejorar en algún punto la alarmante deserción masiva de los jugadores de todo el país. Pero muchos de los clubes de la Argentina necesitan en forma inmediata del apoyo económico de la UAR. El asumir compromisos de parte de una dirigencia golpeada, el ser responsables no solo reduciendo personal para equilibrar las arcas sino pensando en agudizar el ingenio serán los desafíos para que el rugby argentino no sufra más como lo viene haciendo durante esta pandemia.
El regreso menos esperado
Nuestro rugby de clubes padece cada vez. Ya son más del 35% los jugadores de las uniones del país que estarían dispuestos a no regresar a las canchas ni a sus clubes por diferentes motivos – principalmente el económico – pero sin dejar de mencionar el familiar, el laboral, el de los estudios o el propio miedo a la enfermedad.
Cada región con su presidente a la cabeza se las arregla como puede y hace malabares para primero bancar a sus clubes, después acelerar los protocolos y por último tratar de volver al ruedo lo antes posible, con la cabeza puesta solo en regresar al juego.
Desde la Unión madre apoyan la medida, pero dejan en consideración de cada una de las uniones el regreso a las canchas para que el deporte se desarrolle de la manera más segura posible. Es así que en el ámbito amateur se optó por comenzar con un tira saca en el scrum, para volver lo más pronto posible a jugar después de tanto parate, recaudar mediante la inscripción de los jugadores y que puedan jugar de una forma más segura.
Para eso justamente se consultó a la gente de Rugby Seguro, a la FUAR, al Gerente de Juego y también al sector de competencias liderado por Eliseo Pérez en la propia UAR.
Evitar lesiones fue la prioridad en esta vuelta al juego, pero a pesar de la cuestionada decisión se olvidaron de consultar a una pata clave de la mesa: los jugadores; quienes en muchos casos alzaron la voz en total desaprobación a la medida y los más enojados hasta se negaron a volver a jugar en esas condiciones.
Una ayuda necesaria, que no llega
Hoy más que nunca el rugby amateur, el de los clubes, necesita de la ayuda de todos, pero fundamentalmente necesita saber también realmente cuanto del dinero que consigue el rugby profesional le llega a ellos.
La historia de estos siete jugadores del club Cóndor es un fiel reflejo de que no les alcanza.
El rugby une y sin lugar dudas hace movilizar a sus voluntarios como ningún otro deporte, pero necesita del apoyo de la UAR, de una vez por todas “romper el chanchito” sería parte de la solución inmediata. Prestarle parte de los ahorros para salvar a los clubes no parece una idea tan descabellada para poder mantener a los clubes y a sus jugadores en actividad.
Para que no solo sea un discurso sin llegada cuando se habla “del derrame del dinero del rugby profesional al amateur”, y fundamentalmente para que las desigualdades de nuestro rugby de clubes no queden expuestas con mayor fuerza como pasó justamente ayer en ocasión del entrenamiento de estos cuatro rugbiers riojanos que debieron pedalear por más de 120 kilómetros para llegar a la propia tierra del presidente de la UAR, el sanjuanino Marcelo Rodríguez, el hombre que dirigirá los destinos de la Unión hasta el 2022 y que luego de la movida en redes pudo darse cuenta que era necesario al menos pagarle el viaje de regreso a estos chicos que solo querían jugar al rugby.
Nadie pide dádivas ni limosnas, estamos en un momento crucial en el que los clubes necesitan una mano. Por algo es el rugby se dice que el rugby es de todos.
Bueno es el momento de demostrarlo porque quienes juegan en la SLAR, Jaguares XV o en Los Pumas tienen el mismo derecho y amor que los que se esfuerzan día a día entrenando en condiciones como la de estos chicos riojanos.
El gesto esperado
Sería un buen gesto primero del presidente y después de la dirigencia en general darse cuenta lo que sucede. Quizás lo que pasó en San Juan les sirva para eso.
En 2022 habrá elecciones en la UAR y el Presidente actual se marchará para hacerse cargo de la presidencia de Sanzaar.
El problema en la UAR es ahora y los clubes piden una soga a gritos. El rugby argentino ya sabe que tendrá un año difícil, un año que recién comienza y que será muy largo.
Solo esperamos que el covid no nos siga destapando los pies de esta manta corta que nos descubre el resto del cuerpo, porque por ahora estamos en verano, pero si seguimos así primero llegará el otoño y luego sin lugar a dudas un crudo invierno y ahí ya no habrá más probabilidades para que nuestro rugby se siga descuidando.
Ahí puede enfermarse y morir. Y eso los que lo queremos al rugby no lo vamos a permitir.