En pleno barrio de Caballito, uno de los más tradicionales de la Ciudad de Buenos Aires y enfrentado al Parque Rivadavia, con la avenida más larga del mundo de por medio, se sitúa la sede social y deportiva del Club Italiano. Nacido como Club Ciclístico Italiano, ya que la colectividad italiana era aficionada de la bicicleta, fue fundado en los últimos días del año 1898, el 29 de diciembre. Es, entonces, uno de los clubes más antiguos del país, de las pocas decenas de instituciones deportivas fundadas antes de 1900. ¿La UAR? Unos meses más “joven”. ¿Boca y River? Posteriores también. El presidente de la Nación en aquel entonces era Julio Argentino Roca, que le había ganado las elecciones a Bartolomé Mitre el año anterior.
Antes de 1915, el nombre pasó a ser el actual, Club Italiano, ya que se empezaron a practicar más deportes además del ciclismo. Unos años más tarde, la institución adquirió de forma definitiva el terreno que hoy en día ocupa, en Avenida Rivadavia 4731. El predio deportivo de Avenida Riestra 2770/1, que seguramente sea el que conozcan los seguidores del rugby que leen Rugby Champagne por haber ido sábado a sábado a jugar, fue adquirido a principios de la década del ‘80. Fue el momento de empezar a jugar al rugby y al hockey.
Socios, vecinos del barrio y alumnos de los colegios de la zona fueron la base de las primeras camadas de rugby del club, que durante 20 años generó pertenencia, construyó cimientos sólidos y encontró su identidad. Hacia el 2001 vino la primera gran alegría: de la mano del recordado Oscar “Hueso” Halle y con el refuerzo de muchos jugadores jóvenes surgidos puramente de las juveniles del club, Italiano logró el ascenso a Segunda División de URBA.
Si bien no logró sostenerse y descendió tras el primer año, ese ascenso demostró que ese objetivo era posible y, sobre todo, plantó en la cancha a una base de jugadores que sería clave en lo que vino después, que fue armar una estructura sólida que logró otro ascenso en 2006, para ya nunca bajar nuevamente. Quizás el punto más alto de la historia del club en lo deportivo llegó diez años después, justo el año del retiro de varios de los que en 2001 empezaban a ganar rodaje en Primera: el campeonato de la última Reubicación de Grupo II, antes de la reestructuración en los torneos de la URBA.
Hoy, con un plantel muy joven conformado por una enorme mayoría de jugadores sub 30, Italiano está firme entre los animadores de la que es la Primera División C, jugando los repechajes para ascender, aunque por ahora sin lograr subir a Primera B.
“Creo que en 2016 se produjo un quiebre”, dijo Javier Moldes, el actual entrenador del Plantel Superior, que aún no lo era en ese entonces. “No estábamos del todo organizados. En 2017 comenzó un proyecto en el que todos empezamos a trabajar para el club. Fue un año de mucho aprendizaje y ese proceso empezó a rendir. En 2018 jugamos el primer repechaje de la mano de un gran grupo de jugadores, pero no se dio. Yo iba por mi tercer año en Menores de 19 y la subcomisión me designó head coach para continuar el proceso. Volvimos a jugar el repechaje y tampoco se nos dio. Se dará cuando toda la estructura esté madura”.
- ¿Cómo te las arreglás para combinar una búsqueda de una idea de juego con la “necesidad” de cumplir el objetivo de ascender?
- Siempre volvemos a la idea de que el proceso y el rendimiento están por sobre el resultado. Desde la convicción de toda la estructura. Mi trabajo consistió en contribuir y aportar ideas relacionadas a mi filosofía y a la del club. Se buscó una identidad, en diálogo constante con Mariano Zunini (ex jugador, actual encargado de coaching del club), trabajando con el staff y los jugadores. Sin perder de vista el sistema ofensivo, nos identificamos con la defensa y el scrum.
- ¿Cómo habían planificado el 2020?
- Es la pregunta que más duele. Los jugadores estaban trabajando individual y colectivamente desde diciembre, habíamos hecho una gran gira a Tandil, estábamos entrenando con un plantel de 70 jugadores, jóvenes, pero con hambre de gloria. Queríamos fortalecer nuestra identidad y pulir puntos flojos del año anterior. Seguir creciendo.
- ¿Cómo están llevando la cuarentena?
- Como entrenadores tenemos la oportunidad de seguir aprendiendo, haciendo capacitaciones dos o tres veces por semana. Pero a los jugadores los afectó de manera más profunda, tenían la revancha entre ceja y ceja, y de repente alguien se las robó. La motivación fue disminuyendo con el correr de las semanas. Los llamé uno por uno para ver cómo estaban, que sepan que cuentan con nosotros. Estamos variando la planificación de cada semana con entrenamientos o charlas para sorprenderlos y sacarlos un poco de la situación.
- ¿Cuál es el mayor desafío para los entrenadores y los clubes en general?
- Ser flexibles, adaptarnos, seguir aprendiendo a manejar esta situación. Esto no pasó nunca y tenemos que ayudar al jugador, acompañarlo o liberarlo, según sus necesidades. Y a nivel club hay que apoyar, todos, porque esto no se terminó, solamente estamos en pausa. Hay que hacer lo que nos enseñaron de chicos, caerse y levantarse.
“¿Por qué no ascendimos? Yo se lo atribuyo a nuestros rivales”. El que planta bandera es el capitán, Julián Esperanza. El tercera línea camada ‘93 va por su tercera temporada con “la cinta” y a pesar de su juventud, tiene claro el panorama de su plantel. “San Andrés y Monte Grande en 2018”, sigue Esperanza, y “DAOM y Delta en 2019” hicieron todo bien. Ganaron los partidos que debían ganar, sumaron los bonus que debían sumar. Nos faltó un poquito en cada año, sobre todo en 2018, estuvimos a dos o tres puntos del ascenso directo, y ahí es donde mirás para atrás y decís, ‘acá tendríamos que haber ganado’, bueno, ellos lo hicieron. En los repechajes nos encontramos con dos equipos, San Patricio y Ciudad de Buenos Aires, muy buenos y que nos ganaron bien”.
- ¿Te costó la capitanía desde tan joven? ¿Se vio perjudicado tu nivel rugbístico?
- Me sentí cómodo porque tanto los más grandes como los más chicos me apoyaron. En 2019 sí sentí que bajé el nivel. En 2018, al principio, creo que me costó concentrarme un poco, pero me pude acomodar rápido porque estaba en muy buen estado y no lo sentí como en 2019.
- ¿Qué 2020 tenías planificado en lo personal? ¿Con qué expectativas?
- Con expectativas de ascenso, nos estábamos preparando para eso, así que nos vino mal esto. Esperemos poder salir pronto, volver a divertirnos, hacer nuestras vidas. La verdad que el año venía siendo bueno, con buena cantidad de jugadores. Teníamos expectativas altas.
- ¿Cómo venís llevando la cuarentena? ¿Te cuesta entrenar?
- Creo que normal. Laboralmente no sufrí consecuencias negativas aún, aunque veo que mucha gente sí, así que por ahí estoy tranquilo. Entrenar no me cuesta, me hace bien cansarme un poco, es una forma de descargar. Además, entreno a la Menores de 15, así que preparar actividades para los chicos con el staff me hace distraer un poco.
- A nivel grupo, ¿cómo llevan esto? ¿Les sienta bien la virtualidad?
- Estamos permanentemente en contacto vía Zoom con los jugadores, una vez por semana con una actividad teórica y la otra para hacer en conjunto una rutina de entrenamiento. Se está conectando una cantidad de gente aceptable y obviamente por mensajes y chat hablamos bastante. Tenemos un grupo encargado de fiestas y actividades, y ahora organizaron una especie de Tercer Tiempo virtual vía Instagram, abierto a todo el club, no sólo rugby, que es una forma de conectarnos un poco. Después, cada grupo o camada se contacta por su cuenta a charlar, reírse o recordar anécdotas.
Fotógrafo: Rugby Champagne y gentileza de Julián Esperanza y Gabriela Laino.
Fuente: Matías Fabrizio - Rugby Champagne.