Por Pablo Vallés (periodista invitado)
Yo jugaba al rugby, me tomaba dos colectivos desde mi casa hasta el lugar donde entrenábamos. Iba con tres compañeros de mi colegio secundario, un colegio nacional del estado.
Mis compañeros del equipo, iban a colegios públicos o privados de distintos barrios y llegaban también en colectivo, algunos caminando y muy pocos en el auto de jugadores más grandes o de los entrenadores.
Los días de partidos de visitante, nos juntábamos en general en Puente Saavedra y poníamos plata para que un micro de escolares nos llevara al club donde jugábamos. Teníamos que salir de nuestras casas tres horas antes del partido...
Los padres de mis compañeros eran empleados de banco, (como Hugo Porta) otros vendían seguros, o eran pequeños comerciantes o maestros mayores de obra, algún médico, algún dentista, contador o abogado. Así era en todos los clubes, salvo los de élite de siempre, de colegios religiosos caros o con tradición inglesa o los dos famosos de San Isidro.
Hace algunos años, como periodista, vi como todo había cambiado. Los chicos de mi club llegaban en autos y camionetas de alta gama provenientes de barrios privados. Donde también están sus colegios. Llegan igual a jugar de visitantes. No sé que hacen sus padres, pero seguro no hacen lo que hacían los nuestros.
Y aspiran a “ser superiores”. Un concepto nefasto.
Por todo lo antedicho, no homenajean a Maradona. Y se alejan del pueblo como se alejaron antes de la patria.
Y vienen los mejores y en la cara, les muestran porque son los mejores.
No entendieron a Yrigoyen, a Gardel, a Perón, a Bonavena, a Piazzola, a Alfonsin ni a Maradona.
No entendieron a Borges pero antes decían que leían a Borges al menos,
Ahora ni siquiera...
Fuente: Pablo Vallés