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Marco Iachetti, el Puma que dejó un legado en el rugby de Bariloche

Marco Iachetti, el Puma que dejó un legado en el rugby de Bariloche

Dejó Los Pumas y su club de pertenencia, Hindú, para hacerse cargo de un emprendimiento familiar en Bariloche. Lo hizo con la pasión que lo caracterizaba, llevando el rugby en sus valijas para continuarlo en su nueva ciudad. En 1982 se retiró del seleccionado para recibirse de sus dos carreras, en 1984 se casó y viajó al sur. En cinco años cambió el modo y sentir del rugby de Pehuenes, para quedar como el gran responsable del despegue del deporte en la ciudad. En su plenitud y después de haber competido con los mejores del mundo, ofreció todo su empuje y conocimiento para el desarrollo de la región. El 9 de julio de 1993 la muerte lo encontró de viaje en Buenos Aires. Sin embargo, su legado aún continúa vigente, en un club pujante que en la actualidad luce su nombre en la cancha central, como homenaje a su memoria.

La historia     

La vida de Marco Iachetti fue una ráfaga. Vertiginosa, intensa, vivida a pleno. Vivian Dougall fue su esposa durante nueve años. Sí, sólo nueve años, en los que la vida les regaló cuatro hijos y una estadía corta pero inolvidable en San Carlos de Bariloche. El recuerdo de aquellos años y una pintura del que fuera segunda línea de Hindú y del seleccionado nacional, en el comienzo de una muy hermosa charla: “estar con Marco era una ráfaga. Era un tipo que le gustaba dedicarle el tiempo a las personas y a las cosas, por ende, el tiempo no le alcanzaba para nada. Llegaba tarde a todos lados y yo era muy puntual, imaginate, nieta de alemanes y escoceses, de latina no tengo nada. Y Marco fue lo más latino que me pasó en mi vida. Creo que no llegó tarde al casamiento porque si no mi suegra lo mataba”.  

 

Compraron un Hotel en Bariloche y alguien se tenía que hacer cargo. Después de cinco años de noviazgo en la Semana Santa de 1984, Marco le propuso a Vivian: ¿Qué te parece si el próximo fin de semana largo nos casamos?: “eso fue en abril, el 26 de mayo nos casamos y a fines de junio ya estábamos en Bariloche” -recordó Vivian-.   

Las cosas de la vida y los designios del destino: “yo creo que Dios tiene sus tiempos y sabe cómo hacer las cosas. Porque tuvimos cuatro hijos en menos de cinco años. Hicimos todo muy rápido y en poco tiempo. Como si no tuviésemos suficiente con arrancar un nuevo hotel, ya que nosotros no éramos hoteleros. Nos fuimos a Bariloche en el ’84, volvimos en el ’89, retornamos al sur en el ’92. Y Marco murió en el ’93. Fue todo muy bueno, intenso pero muy corto".  

En 1989 regresaron a Buenos Aires por razones laborales, pero ambos estaban a disgusto. Vivieron en Martínez, pero extrañaban el sur. ¿Te enamoraste de Bariloche? pregunta que Vivian no dudó en responder: “si estaba con Marco, estaba bien en todos lados. Pero obvio, ese lugar era el paraíso. Pero él acá no se sentía bien. El tráfico era terrible hasta el centro y te estoy hablando de 30 años atrás. No le gustaba nada. Entonces, en el ’92 dijo: ¡nos volvemos a Bariloche!”. 

Las decisiones y como puede cambiar todo en un segundo: "cuando me casé en el '84 armé una valija y me fui al sur. Ni los regalos de casamiento llevamos, porque íbamos a vivir en el hotel. Así que en el '92 levantamos todo y nos mudamos para quedarnos.... Y no duró nada.." 

¿Cuánto tiempo permanecieron en Bariloche después de la muerte de Marco?: “esos meses fueron durísimos, como la decisión que había que tomar. ¿Qué iba a hacer con mis chicos, ahí, sola? Mis padres y mis hermanos estaban acá, los abuelos, los tíos, los primos también. Nosotros teníamos un montón de gente que queríamos en Bariloche. Pero, ahora que soy abuela, entiendo y me pregunto. ¿Cómo hacía mi mamá para no ver a sus nietos? Porque no existían ni whatsaap, ni los videítos. En una de sus visitas, nos contaron que mi mamá lloró todo el camino desde Tunquelen hasta el aeropuerto. Me costó un montón la decisión, pero ¿qué era lo mejor que podía dejarles a mis chicos?: la educación. ¡No sabés lo que era llevarlos al colegio en Bariloche! La escuela estaba en el kilómetro 2 y nosotros en el 24. En el invierno con la nieve y así todos los días. Tenía dos en Primario, uno en Jardín y el más chiquito todavía no había entrado, porque no había cupo. Los llevaba a la mañana, los buscaba al mediodía y todo era un caos. Así que nos volvimos. Marco se murió en julio y en febrero estábamos en Buenos Aires para que los chicos empezaran el colegio”. 

Los cinco años en Pehuenes     

El rugby, ese bichito que tenía Marco y nunca se apagó, a pesar de dejar Los Pumas e Hindú. Bariloche fue su nuevo test-match. Pero mejor que lo cuente Vivian: “cuando le hablaron de Pehuenes, Marco se involucró, porque tenía tiempo, ganas y energía. Tenía el rugby en la sangre. Había varios chicos del club que trabajaban en el Hotel, entonces primero empezaron con las semillas para la cancha, después con las haches. Y en ese momento Pehuenes no tenía una Primera muy fuerte. Además, Marco ya conocía a algunos que jugaron con él en Buenos Aires, como Popin Domínguez, Javier Belatti, Horacio Gamen, que tenían nuestra edad y nos hicimos amigos”. 

El recuerdo del título de 1987, ante Marabunta, tuvo nombre y apellido. Así lo rememoró Vivian: “el día anterior a la final, el sábado 10 de octubre, nació nuestra tercera hija, Lucía. Marco era el capitán del equipo y tenía que ir a entrenar, estábamos esperando a mi hermana que venía de Buenos Aires y además, había varios médicos del Sanatorio San Carlos que jugaban en Pehuenes. Ese día me vinieron a saludar todos, pero al día siguiente no quedó nadie, ya que todos se fueron a verlos jugar y me quedé sola con mi beba en el Sanatorio".         

“Los cuentos de cuando viajaban eran tremendos -continuó- como ir a Colonia Catriel, sólo por un día. Se levantaban al alba, salían a las cinco de la mañana y Marco los recogía por el camino. Hacían 1400 kilómetros para ir, jugar y volver”.        

Los Dougall son una familia de rugby, ya que el papá de Vivian fue jugador de Old Georgian. Así que el rugby fue el deporte con el que convivió desde el primer día: "nací un domingo y mi padre siempre dijo que por suerte fue a las cinco de la mañana, porque él a la tarde tenía partido. El rugby es un deporte muy formador en la vida, que te da muchas cosas, el círculo de mis amigos viene de ahí. Conocí a los Iachetti desde muy chica y mi corazón es celeste y amarillo, a pesar de que nos soy mucho de ir al club". 

 

Las vueltas de la vida 

 

La charla encontró a Vivian en su nuevo rol de abuela. Cuidando a una de sus nietos –tiene dos, Martina y Mario, hijos de Victoria y Esteban- cuando la consulta fue más allá. Porque cuando pasan ciertas cosas en la vida, a veces uno se pregunta ¿qué haría si pudiera volver el tiempo atrás? ¿En tu caso, volverías a hacer lo mismo? “¡Sí, totalmente!” -contestó- y nos quedamos unos segundos en silencio.... "te diría que no tengo nada de lo cual me arrepienta, volvería a hacer todo lo mismo. Fue la etapa más feliz de mi vida". 

Según el libro del querido amigo, Enrique Solá, “50 años de Rugby en Hindú” Marco Iachetti jugó 198 caps para el Elefante de Don Torcuato. Con la camiseta del seleccionado nacional –es el Puma #345- le ganó a Australia en Vélez, en 1979, enfrentó a los All Blacks en Dunedin (9-18) y casi supera a los Springboks en Johanesburgo, con Sudamérca XV en 1980. Todos formando dupla con su hermano Alejandro en la segunda línea y compartiendo un pack de ensueño, junto al Topo Rodríguez, Alejandro Cubelli, Pope Morel, Gabriel Travaglini, Tomy Petersen y Pochola Silva. 

En pleno apogeo con el rugby, Bariloche fue un sueño que apareció. Vivian lo contó detalladamente: "en el año '81, Marco estaba leyendo La Nación y me dijo: “mirá, salió una licitación de los Parques Nacionales de uno terrenos en Quila Quina. ¡Yo quiero!”. Entonces, al año siguiente, luego de casarse su hermana Valeria, fueron con los padres y su hermano menor, Fabio, porque por supuesto, Marco ya había conseguido el terreno. Tenían que conocerlo. Cuando llegaron me llamó y me dijo: “¡no sabés lo que es este lugar! El cielo azul, el lago planchado, el color de otoño”. Habían estado en Tunquelen, que en ese momento estaba cerrado. En octubre de 1982 fue el remate y ahí lo compraron”.   

Marco y Vivian tuvieron cuatro hijos: Victoria (35 años) Esteban (34), Lucía (33) y Guido (30). Para finalizar, la consulta fue directa al sentimiento: ¿Cómo se lo puede recordar a Marco?: "Desde mi ser, sólo puedo decirte que es el amor de mi vida". ¿Cómo era él?: "muy tranquilo, un hombre de palabras justas y un corazón enorme. Alguien que dedicaba tanto tiempo para escuchar al otro me parece muy valioso y más cuando se hace desde el corazón".    

La torres de Don Torcuato  

Alejandro Iachetti es más conocido como Sandro en el ambiente del rugby. Fue uno de los mejores segundas líneas que vistieron la camiseta de Los Pumas, con 34 caps entre 1975 y 1990, el año que se retiró en cancha de Vélez derrotando nada menos que a Inglaterra, 15 a 13. Junto a su hermano se dio el lujo de ganarle a Australia en 1979.  

Sandro recordó cómo fueron aquellos años de la partida de su hermano: “Marco se fue a hacer cargo de un hotel que habíamos comprado con la familia en un remate del estado, para ponerlo en orden y hacerse cargo de la administración y algunos proyectos más que teníamos. Llegó a Bariloche en el año 1984 y estuvo cinco años en su primera etapa, hasta el ’89. Él estaba activo en Buenos Aires y jugaba en Hindú”.   

“Cuando se fue para allá se casó –prosiguió- y se propuso seguir con el rugby. Se acopló al club de la ciudad que a veces no llegaba a completar todos los jugadores –en esa época no estaba la Unión de Lagos del Sur- y que además participaba en los torneos de Neuquén, pero se les complicaba en el año y no los tomaban en serio. Entonces, se dirigió a Neuquén para ver al pelado Puccino, que era de la Unión y nosotros lo conocíamos por jugar con los seleccionados en los provinciales. Era muy emblemático allá, una buena persona. Marco lo fue a ver y empezó a juntar gente en Bariloche. En esa época muchos de Buenos Aires se fueron a vivir allá, algunos estaban activos y habían dejado de jugar hacía poco. Entonces se juntaron varios, Samuel Gradin, Fernando Domínguez, de Hindú, Carlos Neyra, de CUBA que después terminó en Alumni, Lucas Corral, del SIC, Marcelo Pascual, de Pucará. Había un montón que coincidieron en Bariloche en ese mismo momento. Entonces surgió la idea de: ¡porque no nos ponemos y hacemos las cosas en serio por este club y el rugby!”  

El rugby era el motor y Marco se puso a trabajar con todo: “tenía las inferiores y ponía las combis del hotel a disposición, para llevar a los chicos hasta Comodoro Rivadavia a jugar al rugby. Los pasaba a buscar por las casas, trató de armar ese espíritu que traía desde Hindú Club para llevarlo a Pehuenes y darles cierta consistencia. Se comprometió personalmente con Puccino que iban a cumplir con todo el fixture del campeonato del Valle. Tal es así, que salieron subcampeones el primer año y campeones el segundo, los de Neuquén se querían matar porque estos tenían casi un seleccionado con todos los jugadores que habían llegado desde Buenos Aires. Imaginate, eran tipos que cuando tenían la pelota no se la podían sacar, a Marco o Popin Domínguez. Tuvieron tanto suceso que llevó a muchos chicos de Bariloche a jugar al rugby. Algo muy difícil en ese tipo de ciudades, dónde la vida pasaba por otras cosas y costaba tener constancia, además del clima en el invierno. Fue un sacudón muy importante que sin dudas generó su presencia. Además, de lo importante que fue Pehuenes, que le dio el espacio para desarrollar la tarea de tratar de armar el club. Acompañó y apoyó, y el hecho de que salieran subcampeones y campeones motivó a los chicos que se acercaron y se dieron cuenta que era posible. Armaron las inferiores, porque Pehuenes sólo tenía una Primera con la capacidad de la gente de Bariloche. Y Marco lo hizo sólo en cinco años, porque en el ’89 volvió a Buenos Aires por tres años, y de regreso allá, cuando iba a para continuar con su obra y a establecerse de nuevo en la ciudad, sólo estuvo siete meses hasta que tuvo el accidente que terminó en su muerte. Recuerdo que fui a recibir el premio de la Municipalidad, por los cincuenta años de Bariloche y el deporte, dónde lo nombraron el tipo más representativo e importante del rugby en la ciudad. ¡Y fue sólo en esos cinco años! Fue muy intenso lo que pudo hacer en tan poco tiempo”. 

 

Una pintura de hermano 

 

Los Iachetti fueron cuatro hermanos. Marco, el mayor, Alejandro, el segundo, Valeria la tercera y Fabio el más chico. Sandro recordó como fue el más grande de la dinastía: “Marco era un tipo muy capaz. Hizo dos carreras casi simultáneamente. Se recibió de Licenciado en Administración e Ingeniero Agrónomo. Se fue a Bariloche –seguro hubiera querido ir a trabajar un campo- pero en ese momento la empresa familiar se decidió por el hotel. Pero fue con la pasión por el rugby”.   

¿Y cómo lo recordás?: “era calmo, muy componedor y amable. Era sociable y apasionado de la música, fanático de los equipos de audio y coleccionista de discos. Gran dibujante, un tipo muy sensible. Padre de cuatro hijos ya en ese momento, casado con Vivian. Se hicieron cargo del hotel y nos metimos en varios proyectos que le ofrecieron de desarrollar en Bariloche”. 

    

“En mi familia –continuó- me tocó la suerte de compartir más tiempo con él porque jugábamos juntos. Para mí fue un apoyo invaluable, así como estábamos en la segunda línea de Hindú o de Los Pumas tratábamos de andar por la vida. Tuve el privilegio de compartir muchas cosas. Especialmente en la segunda etapa. Cuando sos más chico no te das cuenta, nos llevábamos un año y parecía que vivíamos en mundos diferentes. Pero cuando empezamos a compartir el rugby fue muy lindo jugar con él”. 

       

¿Cómo eran en la cancha? : “teníamos estilos diferentes. Marco era de más fuerza y con menor desplazamiento, yo me movía más. Era un tipo tranquilo, pero cuando la cosa se ponía áspera se plantaba en la cancha. Era un muy buen jugador de rugby, de buen manejo de la pelota en la portación y en la determinación. Cuando estaba cerca del in-goal había que atajarlo. También era muy buen conductor, de ejemplo, un líder cuando las papas quemaban”.  

Para finalizar, Sandro mencionó los partidos que quedaron grabados en su memoria: “el triunfo ante Australia en el ´79, la primera gira por Nueva Zelanda del mismo año y el primer test con Sudamérica XV ante los Springboks. El primer partido ante los Boks fue increíble. Si hubiésemos tenido un poquito más de velocidad en las puntas lo ganábamos, en el scrum los llevábamos en pala. Con Wallabies acá fue un gran partido de Marco, sobre todo en el line. Los australianos no lo podían creer, sin lugar a dudas fue una de los grandes partidos que jugamos juntos”.   

Amigos son los amigos 

Fernando Popin Domínguez jugó en Hindú desde séptima división. Nació en 1954 y era un año mayor que Marco, por lo que el rugby los juntó en una cancha desde quinta hasta la primera, dónde compartieron varios años juntos. Popin se fue a Bariloche en 1983, para poner un restaurante (Jauja, uno de los más antiguos y tradicionales de la ciudad) junto a José Pena, otro ex jugador del club de Don Torcuato. Fue Presidente de Pehuenes anterior a la gestión de Diego Tyslak, quien ocupa el cargo en la actualidad.    

 

“Cuando llegamos acá el que estaba muy metido era Javier Belatti, pero el rugby era muy precario. Nos juntábamos de vez en cuando si venía un equipo del Alto Valle o alguno que estaba de gira. Estaban Lucas Corral e Ismael Alcacer, del SIC, Samuel Gradin, de Curupaytí, Marco, un mendocino, Enzo Scotti, y Javier, que organizaba los partidos. Entonces a Marco le dio ganas de armar algo y estaba Pehuenes, que se había fundado un par de años antes. Pedimos permiso, empezamos a jugar y por las conexiones que tenía y lo conocido que era por jugar en Los Pumas, se enganchó con la Unión de Río Negro, dónde estaba Marabunta –con Charly Solari, que también era de Hindú-, Roca Rugby Club y Neuquén. Teníamos un equipo de rejuntados, ya que muchos habíamos jugado en la Primera de los clubes de Buenos Aires y mechábamos con los chicos del club, que eran de 16, 17 y 18 años. Y como empezamos a ganar, a muchos del Alto Valle no les gustaba. Entonces nos invitaron a través de Marco a participar de la Unión de los Lagos del Sur, dónde empezamos a jugar”. 

 

Un programa chino 

      

Las distancias no hicieron mella, y lo que para muchos parecía imposible para otros fue un desafío. Así lo recordó Popin: “Marco tenía una Traffic y subía a los chicos de a diez. Era un programa chino, hacíamos 500 kilómetros para ir al Valle. Era jugar, hacer tiempo y volver en el día. Nos divertíamos, y la verdad, Marco le metió mucha pila, fue el que sembró el camino. Imaginate, por su pasado en Los Pumas tenía mucha chapa, era una carta de presentación y con mucha autoridad dentro de la cancha”.  

¿Cómo fue jugar en el sur en aquellos tiempos?: “el rugby era muy incipiente en la zona. Marabunta tenía algunos chicos formados en el club, pero en general jugaban los que llegaban desde Buenos Aires. Fueron tiempos muy divertidos. Entrenar debajo de la nieve, nos moríamos de frío. Hicimos un gran grupo y muchos de mis amigos son los del rugby”.  

Popin, ¿recordás alguna anécdota de Marco?: “sí, era una persona muy especial, muy bueno. Me acuerdo el día que nació mi primer hijo. Fue una noche horrible, mi mujer la había pasado muy mal. Julián nació a las 10 y recuerdo que Marco se apareció a las 11,30 para buscarme, porque teníamos que jugar un partido contra Roca Ruby Club. Me dijo ¡Ya nació Popin, vamos! Eran 500 kilómetros y no lo seguí. Le dije: “Buscá otro pilar” jajaj. 

“Y otra fue muy graciosa fue en Don Torcuato, en la 202. Él no era un tipo agresivo. Estábamos en un semáforo y uno desde atrás empezó a tocar bocina para que avanzáramos. Marco se bajó del auto para hablarle y el hombre atinó a poner los seguros de las puertas, y se quedó adentro quietito y sin hablar. Marco medía 2,07 metros y cargaba 130 kilos, era una bestia”.   

Hablar de Iachetti es hablar del motor del rugby en Bariloche. El testimonio de Popin lo pinta de cuerpo entero: “fue el impulsor para que la Unión del Valle nos incorpore y que Pehuenes entrara en la órbita de la UAR. Después por las distancias se formó la Unión de Lagos del Sur, pero eso fue más gestión de Martín Correa y Diego Tyslak. Viajar se hacía imposible. Llegamos a ir a jugar a Catriel, que era un pueblo petrolero arriba de Neuquén. Íbamos en camioneta y jugábamos en canchas de piedra, de canto rodado”.  

La cancha de rugby de Pehuenes se llama Marco Iachetti: “es muy recordado acá. En su momento donó los palos de la cancha. Ellos hacían los transportes para Techint y Somisa y un día se apareció con seis palos enormes que son espectaculares”.  

El recuerdo de Hindú Club 

 

Domínguez se fue en otra época, cuando el club no era el ganador de la actualidad: “en la década del ’80 Hindú no era lo que es hoy. En el año ’81 salimos terceros, algo que fue increíble para nosotros, que éramos un club del medio para abajo. Ahí jugué con Sandro y Marco. Y esa fue la semilla que vino a sembrar acá, que prosperó, porque a pesar de la pandemia, Pehuenes hoy es un club en funcionamiento. Que antes era un multideportivo y que con el tiempo logramos hacerlo de rugby, sumado a la práctica de otros deportes. Hoy en día, el rugby, es la actividad más más competitiva que se practica”. 

  

¿Hay un paralelismo entre Hindú y Pehuenes? “De alguna manera sí, por la idea que tenemos de formar chicos. Los resultados llegan como una consecuencia de un trabajo bien hecho. Acá teníamos la eterna discusión que alguien te decía: “si yo represento al club no tengo que pagar la cuota”. Y nosotros le explicábamos: ‘‘no es así, acá tienen la suerte que gracias al deporte sus hijos pueden practicarlo en un lugar y además aprenden de personas que se los enseñan gratis’’. Y eso es lo que mamamos de Hindú”. 

    

Para terminar, Popin, ¿Qué fue Marco para vos?: “un gran amigo. Guardo los mejores recuerdos, con mucho cariño, tenemos muy buena relación con la familia. Estudiaba con él, tenía una moto y cuando íbamos a la facultad nunca llegábamos a tiempo. Era terriblemente impuntual. No llegamos temprano a ningún lado. Fue un capo Marco”.      

 

La vida son momentos, algunos para atesorarlos en el tiempo, otros tan efímeros como intensos. El paso de Marco Iachetti por este mundo fue así. Vivido a full, con miles de anécdotas y una familia formada en un abrir y cerrar de ojos. Hoy son ellos los que lo recuerdan por su legado, tanto en la vida como en el rugby. Hindú, Pehuenes y Los Pumas lo disfrutaron dentro de un campo de juego, pero más lo hicieron quienes lo vivieron en el día a día. Son los que guardaron el mensaje como libros en su memoria. 



Fotógrafo: Gentileza de Fernando Popin Domínguez, Vivian Dougall y Diego Tyslak

Fuente: Hernando De Cillia

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